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Juicio por el «caso Bateragune»

Corren para detener y condenar, pero llegan muy tarde

La redada acelerada de 2009 intentó cercenar el debate y ensombrecer la labor aún privada de los acusados, según se vio ayer. No logró ni lo uno ni lo otro. Ahora también se dan prisa para condenar, pero el futuro se les ha escapado.

Ramón SOLA

En su día causó estupor total la redada del 13 de octubre de 2009. Ocu- rrió en un momento en que poco se sabía de la labor de Otegi, Díez, Rodríguez, Jacinto y Zabaleta, aunque sí sobre sus posiciones políticas. No parecía lógico que se sacara de circulación a quienes propugnaban un cambio de escenario. Pero pronto se apreció con cierta claridad por qué quería el Estado abortar ese debate incipiente. Blanco y en botella, leche. Le interesaba más la otra opción: la escisión. El debate interno significaba lo contrario: tomar decisiones en un proceso participativo y que acabaría fortaleciendo la estrategia y la cohesión. En este juicio se ha conocido además que faltó muy poco para que lograran su objetivo. Otegi ha revelado que la ponencia para el debate la difundieron por Internet apenas cuatro horas antes de la irrupción policial en la sede de LAB.

Ayer apareció otro motivo más, paralelo al anterior, para aquella redada. El fiscal esgrimió que aquella ponencia inicial -``Argitzen''- no marcaba suficientes distancias respecto a la estrategia político-militar, aunque el posterior resultado final del debate -``Zutik Euskal Herria''- sí iba más allá. Pero claro, para entonces los impulsores del debate ya estaban en prisión, así que no se pueden «beneficiar» de esta interpretación porque ya estaban fuera de tiempo. Así que, de paso, acelerar las detenciones les sirvió para poner una nebulosa sobre su actuación, hasta entonces más privada que pública.

Las prisas de la redada han derivado luego en las prisas del juicio, y de nuevo afloran esos dos objetivos. El principal, mantener la presión contra la izquierda abertzale. Y, de paso, forzar una sentencia que deje a líderes significativos entre rejas para una buena temporada. Como ya pasó con la redada de 2009, ambos están condenados al fracaso. Una condena no condicionaría los movimientos de la izquierda abertzale, como no impidió su debate interno. Y en cuanto a sus dirigentes, podrán hacerles daño, pero sólo eso. El Estado se da prisa pensando que aún llega a tiempo, pero el futuro corre más.

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