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COACHSURFING: viajar surfeando entre sofás

El tradicional mochilerismo ha encontrado un aliado en las redes sociales. La página web «coachsurfing.com» pone en contacto a trotamundos con personas dispuestas a ceder un sofá o ejercer de improvisados guías. La fórmula permite viajar ajustando el presupuesto mientras se conoce lo más auténtico de cada población: su gente.

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Alberto PRADILLA | IRUÑEA

Ander Díaz viajó durante cuatro meses entre Perú y Venezuela sin pagar un solo euro por el alojamiento. En lugar de recurrir a los albergues, este iruindarra de 24 años surfeó a través de la hospitalidad de decenas de autóctonos que ofrecían fonda en su domicilio a cambio de nada. Primero gracias a Internet. Luego, con la garantía de la buena acogida del amigo del amigo de un amigo. Ander Díaz es usario de coachsurfing, una página web que pone en contacto a viajeros de todo el mundo con personas dispuestas a alojarles en su propia casa y guiarles a través de sus localidades. En definitiva, viajar barato y experimentar todo aquello que no cabe en la fotografía de postal. Los bolsillos no están para cinco estrellas, y algunos turistas tienen la percepción de que la comodidad de los bufés y el servicio de habitaciones siempre impone una barrera sicológica que impide sumergirse en la experiencia real del lugar que está visitando. «No es sólo una forma de viajar. Es también una filosofía de vida», asegura Díaz, que además de América Latina ha recalado en sofás de lugares tan diferentes como los países bálticos, Ámsterdam o los territorios ocupados de Palestina.

Experimentar la cultura real del lugar que se visita, conocer gente y salirse del recorrido habitual de las guías de viaje son algunas de las expectativas de los nuevos turistas. En definitiva, el trotamundos busca fundirse en algo auténtico, aunque sea durante una semana. El coachsurfing es una de las mejores herramientas para conseguirlo. «Conocí esta modalidad de viaje hace tres años en Irlanda, donde trabajaba», explica Ander Díaz. «Un madrileño apareció con un danés al que había alojado en su casa y me mostró la página». Así comenzó su bagaje como surfista. «En los primeros viajes (Marruecos y Ámsterdam) no me atrevía mucho. Sólo hablaba con la gente a través del chat, pero no llegué a conocerles», explica Díaz, que en mayo de 2009 llegó a Cuzco (Perú) con la única referencia de una dirección y un teléfono facilitado por uno de los usuarios de la web.

Pero no nos adelantemos. Esto no es hacer las maletas y plantarse en el sofá de cualquier desconocido. El primero paso es elaborar un perfil en la web (www.coachsurfing.com). Según Díaz, la primera regla del club del surfero es elaborar un currículum lo más detallado posible. «Es importante tener un perfil elaborado, donde cuelgues fotos y detalles sobre tus gustos e intereses», señala.

Lo del perfil tiene su importancia. En primer lugar, porque facilita saber con qué anfitrión puedes tener más gustos en común. Así, los antagonistas pueden evitarse. Se trata de conocer gente afín, por lo que un fan de Shakira no tiene por qué alojarse en una mazmorra de un entusiasta del conjunto gótico Cradle Of Filth. En segundo lugar, y no menos importante, la web dispone de un sistema de referencias y puntuaciones que termina por convertirse en tu carta de presentación. Obviamente, si te dedicas a reventar la primera habitación en la que te acogen, no puedes esperar que te esperen con los brazos abiertos en cualquier otro destino. «Los sistemas de puntuación o los avales (una fórmula que te permite subir puntos en el escalafón surfista) te facilita a la hora de entrar en las casas. La gente consulta tu perfil y ve que hay usuarios de todo el mundo que hablan bien de ti, por lo que confían más», explica Díaz, para después añadir que no suele tener en cuenta «las peticiones que llegan que no se han leído el perfil».

Cuidar tu tarjeta de visita es el primer consejo. La segunda regla del club del surfero es que «todo lo que hagas sea sin ánimo de lucro». Aquí no caben negocios encubiertos o aprovechados que intentan engordar su business turístico a costa del coaching. «Hay gente que ha querido pagar por venir a sanfermines. Pero la pasta está prohibida», destaca. Aunque, según su experiencia, a veces se cuela gente que trata de sacar rendimiento. «La primera vez que llegué a Cuzco entré la casa de un tipo que tenía un negocio de turismo e intentaba venderte viajes. Cuando veía que lo rechazabas, no te invitaba a marcharte, pero metía a más gente a ver si te agobiabas», explica. Aunque al aprovechado le salió mal la jugada. «De repente, acabamos estando 15 personas en la casa, alquilamos un microbus y nos fuimos al Machupichu».

El anecdotario que relata Díaz es interminable. Fiestas salvajes con 30 «destroyers» arrasando una vivienda en Guayaquil, una señora de 60 años que cedía su casa a los coachers y que sólo aparecía una vez a la semana para reponer la nevera o un tipo que obligaba a madrugar a su invitado hasta el punto de dejarle en medio de Tallin (capital de Estonia) a las cinco de la madrugada y a temperaturas de casi bajo cero. «Cada uno vive sus viajes de una manera, con una primera experiencia que suele ser extraña», señala, insistiendo en que casi el 100% de sus experiencias «han sido muy positivas».

No es obligatorio, pero disfrutar de la hospitalidad en cualquier parte del mundo implica también compromiso a la hora de ejercer de posadero. Patricia Artxanko y Elaia Ullate, iruindarras de 21 años, son la otra cara de la moneda. En los últimos dos meses, su piso de la calle Estafeta de Iruñea ha acogido a una pareja de suizos, tres amigas polacas y un joven inglés. «Es una forma de conocer el verdadero día a día de las ciudades que visitas, cómo vive de verdad la gente», aseguran al unísono las dos iruindarras. Por el momento, solo han ejercido como anfitrionas. Aunque no descartan que, en cualquier momento, serán ellas quienes hagan las maletas.

«Elaia se hizo un perfil y terminamos usándolo para el piso», explica Artxanko. Si alguien quiere localizarlas, «Estafeta´s crew» es el nombre en clave. «Al principio no nos mandaban casi nada, hasta que nos dimos cuenta de que era importante actualizar el perfil», indica la joven. Si buscar catre en una casa completamente desconocida puede generar dudas, todavía son más las reticencias que llegan a la hora de alojar al primer trotamundos que llama a tu puerta. Sin embargo, ambas iruindarras coinciden en destacar los elementos positivos de estas visitas. «Es algo que tiene que crecer, es una experiencia muy interesante para todo el mundo», resume Ullate.

Una pareja procedente de Suiza fueron los primeros huéspedes de las jóvenes, que comparten piso con otra amiga. «Cuando se marcharon, nos dejaron una nota de agradecimiento con dos litronas de cerveza, una tableta de chocolate y un paquete de galletas», relata Artxanko. Una noche de conversación, la imprescindible explicación sobre Euskal Herria y unas birras en Nabarreria es más que suficiente para que dos personas más interesadas en la gente que en los monumentos salgan de Iruñea con una sonrisa de satisfacción. «Les dejamos las llaves y hasta las bicis y tan tranquilas», indica Ullate. Al final, el mundo siempre demuestra que es un lugar amable.

«En un primer contacto te das cuenta de cómo son», explica la joven, que relata las peripecias de tres amigas polacas que pasaron doce horas en su piso después de lograr llegar haciendo autostop desde Zaragoza. Al margen del tipo de gente que puede terminar en tu vivienda, las molestias que generan las visitas en otra de las grandes interrogantes. Aunque, como indica Artxanko, «nadie viene esperando su habitación con cama doble. No supone tanto y, en el fondo, todo el mundo tiene un sitio para dormir».

El perfil del usuario: gente abierta de entre 20 y 40 años

«Entre la gente que hace coach surfing hay de todo, aunque, normalmente, suelen estar entre los 23 y los 40 años», explica Ander Díaz, que asegura haber hecho buenos amigos durante sus travesías. «En la primera casa en la que estuve conocí a un argentino que actuaba como clown. Me recorrí buena parte de América Latina con él, ayudándole». A juicio de Díaz, no se trata de «ir de tirado», aunque también los hay, sino de abrir la mente y comportarse como huésped de la misma forma en la que a uno le gustaría que le tratasen en su propia casa. «No hay intercambio económico, pero puedes limpiar la casa, comprarte tu comida...», explica. En el mismo sentido, Patricia Artxanko califica a los usuarios de la web como «gente normal, abierta, con un estilo de vida diferente». Aunque reconoce que, a la hora de recibir a una visita, «es mejor no crearte expectativas». En definitiva, de lo que se trata es de conocer otros mundos. Algo que, como destaca Artxanko, «se puede hacer sin mucho dinero».

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