José María Pérez Bustero | Escritor
«Nuestro vergonzoso pasado»
En el lenguaje habitual de los representantes del Partido Popular y del Partido Socialista Español, así como de numerosos medios de comunicación, se nos recuerda a la izquierda abertzale que no es suficiente redactar unos estatutos democráticos y luego pasar de puntillas sobre «nuestro vergonzoso pasado», o sea, hacer simplemente borrón y cuenta nueva. En este sentido se expresaba con detalle el parlamentario vasco Óscar Rodríguez precisamente en este periódico (ver GARA, 7 de junio). Tomando nota de las afirmaciones del «preso 8719600510» (Otegi) y aunque reconociendo una serie de hechos significativos de la izquierda abertzale, afirmaba que todavía le falta a ésta criticar «la vieja apuesta político-militar», romper explícitamente con ETA, asumir su anterior pertenencia al «entramado de la banda», y no caer en el ataque de amnesia olvidando décadas de sufrimiento generado por ETA, y en general del «miedo, la pesadilla, el horror que hemos vividos hasta ahora», «para nada, exactamente para nada». Asimismo recordaba la conveniencia de pedir perdón aunque no lo exija la ley.
Uno se queda estupefacto al leer esa infinita simplificación de los hechos. Pero, haciendo un esfuerzo por recoger su mensaje, tengo para mí que se le podría manifestar que estamos en ello. Eso sí, indicándoles un detalle. Que mientras tanto vayan haciendo ellos también el esfuerzo que nos piden, esta vez aplicado a su «vergonzoso pasado» correspondiente. Ya que cita «nuestros últimos 35 años de historia», debemos citarles los 1035 años de acoso armado, institucional y penal que han sufrido las tierras vascas del sur por parte de los reyes castellanos, austrias, borbones, gobiernos militares del XIX y del XX. Para no dejar esto en afirmación genérica, cabe recordar que en 1076 arrebataron a los reyes navarros las tierras de Bureba y Rioja que volvieron a arrancar en 1170; que en 1200 conquistaron por las armas las zonas de Vitoria y Treviño, y arrebataron el territorio de Gipuzkoa; que en 1460 arrancaron por las armas la comarca de Laguardia; que entre 1512 y 1521, se apoderaron de la Navarra de este lado del Pirineo. Que los doscientos años siguientes continuaron una progresiva acaparación de poder en estos territorios, hasta provocar las sublevaciones forales que marcaron las décadas de 1830 y de 1870 (guerras carlistas). Que luego siguieron los años de dictadura de Primo de Rivera, y los cuarenta años del régimen franquista con la supresión de partidos políticos y persecución de los movimientos socioculturales vascos. Hablamos, pues, de sangre, cárcel, exilio, represión legal y penal y todo tipo de aculturación durante diez siglos.
N o vale la pena hablar de esos diez siglos porque se trata de una dinámica demasiado lejana. ¡Llegó por fin, la democracia! ¿Democracia? Esa democracia no se desprendió del pasado. Ni Alianza Popular -luego Partido Popular-, ni el Partido Socialista, rompieron con esos años-siglos de guerra, crueldad y represión. No diseñaron un marco diferente. Había una inmensa novedad delante de ellos en los territorios vascos: un movimiento amplio y profundo de recuperación cultural, social y política. ¿Qué hicieron estos partidos?
Habían redactado unos textos constitucionales pero seguían en el profundísimo fango ideológico y represivo anterior. Es decir, retenían el mismo aparato y mentalidad militar y policial de las épocas precedentes, el mismo aparato judicial. El utillaje de la ley como recurso partidista. El sistema carcelario como venganza y no como reinserción. Y, asimismo, mantenían la negación del pueblo vasco, su derecho a rehacerse como sujeto jurídico y a determinar su proceso futuro. Tanto fue así, que paralelamente se pusieron en marcha los grupos paramilitares. Batallón Vasco Español, Triple A, GAE, ATE, ANE, Guerrilleros de Cristo Rey, para seguir luego con el Plan ZEN, los GAL, o sea, Grupos Antiterroristas de Liberación, y una terrible actividad penal.
En esa falta de cambio y de ruptura con los mil años anteriores de guerra dichos partidos han tenido, sin embargo, un enorme golpe de fortuna política. En las últimas décadas se ha instalado plenamente el término «terrorismo» en la política internacional. Ya lo habían usado las dictaduras latinoamericanas frente a los movimientos de guerrilla, o los gobiernos de apartheid en Sudáfrica que denominaban terrorista a Nelson Mandela. Pero fueron Estados Unidos y los gobiernos occidentales quienes instituyeron el concepto de terrorismo como parte esencial de su agenda política. Como no era útil marcar una línea entre resistencia y terrorismo, se clasificó toda resistencia como terrorismo, desde la resistencia afgana o iraquí hasta la guerrilla de las FARC. Ésta guerrilla ha tratado de despojarse de esa denominación adoptando el uniforme y la estructura de ejército. Traje, legalidad y graduación militar es lo que separa el terror de la acción militar. Ni el uso de bombas racimo, ni la matanza de civiles, ni cárceles como Guantánamo, ni ataques indiscriminados te hacen terrorista. De esa manera tenemos que sigue siendo terrorista la resistencia palestina de la franja de Gaza pero no lo es la rebelión del pueblo libio contra el régimen de Gadafi. Se habla del ejército judío, y del terrorismo islámico. Unos matan, los otros asesinan.
Así es que los partidos políticos gobernantes PP y PSOE han hecho del antiterrorismo una página central de su política sin remordimiento alguno. ¿Ha habido en la época de sus gobiernos más de 30.000 detenciones en los territorios vascos? Simple antiterrorismo ¿Se han producido 7.000 denuncias de torturas? Se trata de 7.000 mentiras. ¿Se han ilegalizado partidos y listas electorales? Simples medidas contra el terror. ¿Hay una conducta represiva y arbitraria en las cárceles? Pura reacción legal. ¿Existe una dispersión carcelaria que llena de castigos añadidos a miles de personas? Antiterrorismo. ¿Hay actuaciones judiciales carentes de base? Es simple justicia. Todo es legal. Todo concuerda con la doctrina occidental. Con la doctrina democrática. Por ello, el PP y PSOE exigen golpes de pecho a todos los terroristas, ex-terroristas, simpatizantes, no denunciantes o quien se mueva en la vecindad de la izquierda abertzale.
Hay una verdad tremenda en política. Que nadie percibe la fase en que se encuentra hasta que no sale de ella. Los partidos políticos españolistas no perciben su propia crueldad, es decir, su régimen represivo en las cinco dimensiones: legislativa, policial, judicial, penal y económica, ni lo percibirán hasta que no se desnuden de las ideas e instintos que les han inculcado de generación en generación durante diez siglos. Desde luego, al situarse en un verdadero proceso de paz y reconciliación, se llega a una nueva sensibilidad ante el dolor de los otros. En la izquierda abertzale existe esa nueva sensibilidad. Pero los otros deben favorecerla creando ellos también unas verdaderas condiciones de diálogo y de paz. La agresión, la hipocresía, el llamado antiterrorismo, dificulta la empatía.