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Fede de los Ríos

«Memento mori»

Nada luce una corbata sin un buen nudo. Por eso propongo a sus señorías el dogal del verdugo, más conocido como nudo de la horca. Fácil de realizar.

Ael parecer, a Bono, el hijo orgulloso de que su padre fuera un buen falangista, las corbatas le ponen. La corbata... sí hombre sí, el trozo de tela que rodeando el cuello y, después de anudado a la altura de la llamada nuez de Adán, cae a modo de badajo. Una prenda que ayuda a distinguir a los hombres de bien de la chusma. La elegancia frente a lo vulgar del populacho. O si lo quieren, para no herir susceptibilidades en la plebe, signo que distingue al varón con posibles de los económicamente débiles.

Al de la alopecia vergonzante, consuegro de Raphael el del «Qué sabe nadie», le llevan los infiernos cuando, en el hemiciclo parlamentario, sus señorías varones aparecen sin corbata y desde la mesa del Congreso español, él, su Presidente, les tiene que llamar al orden. De ahí lo de democracia formal. La forma, la forma, el fondo resulta baladí.

25.000 familias desahuciadas de sus casas cada trimestre con la anuencia de leyes votadas en Parlamento; aprobación de una reforma laboral que otorga todo el poder sobre el proceso productivo a los empresarios; ampliación de la «vida laboral» (tiene bemoles llamarle a eso vida) hasta los 67 años y aumento del periodo de cotización, de tal manera que casi nadie pueda cobrar el 100% de la pensión (a excepción de sus acorbatadas señorías, por supuesto); congelar las pensiones de los ya improductivos al objeto de que no caigan en el exceso y desenfreno, tan peligroso en la ancianidad; promulgación de leyes de excepción que ilegalicen organizaciones y partidos políticos contrarios al orden constitucional, es decir, contrarios a monarquía, economía de mercado y unidades de destino en lo universal; ofrecer dádivas a los sacrificados banqueros mientras se las niegan a los parados de larga duración. Uno puede aprobar lo que a la simple vista de los mortales puede parecer la mayor de las iniquidades, pero como Dios y el buen gusto mandan, sonriendo y con una elegante corbata colgando de su cuello. Si usáramos las corbatas de sus señorías veríamos las cosas de manera diferente.

Nada luce una corbata sin un buen nudo. Por eso propongo a sus señorías el dogal del verdugo, más conocido como nudo de horca. Fácil de realizar. Si encontrasen dificultades, no les quepa duda de que, cualesquiera de los ciudadanos sin corbata agraciados por sus políticas, les echarían no una mano sino dos.

En la antigua Roma cuando un prócer o un general desfilaba victorioso por espacios públicos tras él un siervo susurraba en su oído, Memento mori (Recuerda que eres mortal), con el fin de aplacar su soberbia acercándolo a la realidad. Bien podría adaptarse esta práctica a nuestro tiempo. Debajo de cada asiento parlamentario pudiera adosarse otro más pequeño en el que sentar a un ciudadano elegido aleatoriamente, que agarrando los cabos de la corbata de su señoría, con pequeños tirones, le recordara que la política desarrollada por los menos afecta a los más. Si los tirones en cuello resultaran poco estéticos, pudiéramos anudar otra pequeña corbata en torno a su escroto, aumentando la efectividad del tirón. Es una idea.

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