Manu BRABO I Fotoperiodista colaborador de GARA, capturado en Libia
«Si Gadafi dejase acceder a los medios se podría informar de las bombas aliadas»
Nacido en Gijón (Estado español) en 1981, Manu Brabo es un todoterreno de la fotografía, colaborando con diversos medios de todo el mundo, entre ellos GARA. Su objetivo ha captado de todo, desde carreras de motos hasta manifestaciones antinucleares en Alemania. En abril de este año, Brabo fue capturado en el frente de Brega (este de Libia) por soldados leales a Gadafi y liberado 43 días después.
Manu Brabo no ha cambiado mucho desde febrero de 2009, cuando se paseaba por la estación de autobuses de Ramallah buscando un transporte que le permitiese desgastar su objetivo entre los gases lanzados por el Ejército israelí en la aldea palestina de Bilin. Cámaras al hombro y ganas de contar historias, que es básicamente a lo que se dedica un fotoperiodista. Dos años después llegó el turno de Libia y su hotel África, la posada de los ni-ni del periodismo de guerra (ni casco ni contrato). Después de dos meses «cumpliendo su sueño», Brabo ya se estaba marchando cuando «el ejército de Pancho Villa (los rebeldes libios)» salió corriendo en el frente de Brega durante una contraofensiva gadafista. Fue capturado y acusado de espionaje y de sacar fotografías sin permiso. Como si hubiese que pedirlo para hacer buenos reportajes. Muy a su pesar, los focos terminaron centrándose en él después de 43 días arrestado. Aunque el fotógrafo sigue reivindicando su trabajo y no el personaje fugaz que crean los medios.
¿Qué ocurrió aquel 4 de abril?
Llegamos al último checkpoint. Nos dimos la vuelta y luego volvimos. Bajamos del coche, los rebeldes tiraron hacia adelante, como en una loma a 500 metros y, de repente, uno de los coches saltó por los aires. Entonces comenzó el fuego cruzado y, por sorpresa, vimos aparecer a los leales a Gadafi. Nos echamos a correr. Yo me escondí junto a Claire (Morgana). Jim (Folley) también estaba por ahí. Preguntó si estábamos bien y Anton (Harmmel, periodista sudafricano) respondió que no. En ese momento nos empezaron a disparar, hasta que, en un momento, Jim empezó a gritar «periodista». Vinieron hacia nosotros, nos quitaron el equipo, nos golpearon y nos llevaron hasta el coche. De camino es cuando veo a Antón muerto.
Aquel día comienza un periplo de 45 días en los que pasó por varias cárceles y dos villas. ¿Qué sintió en aquellos primeros momentos?
Los primeros días piensas que te han pillado pero que has salvado el pellejo. Y crees que vas a salir rápido, viendo cuáles eran los antecedentes. En la primera cárcel, por ejemplo, estuve en aislamiento, en una celda para mí solo. Terminé fabricándome unas bolas de malabares con las puntas de los colchones y tela.
Durante todo este tiempo permaneció en la zona controlada por los leales a Gadafi, un territorio vetado para la prensa internacional. ¿Cómo vio la situación del régimen desde dentro? ¿Existen grietas?
No lo sé. A mí los carceleros me tenían encerrado, hicieron su trabajo y no me pegaron demasiado. Ése es el único contacto que he tenido con gente del régimen. En los juzgados, lo mismo. No puedo sacar conclusiones de si el régimen se tambalea o no. Se oyen rumores sobre que tal barrio está sin agua o que hay una cola de tantos días para conseguir gasolina. Pero también ves mucho leal a Gadafi. Trípoli, salvo por las noches, parece una ciudad tranquila. Cuando voy a los juzgados en autobus tampoco veo a la gente alterada. Aunque por las noches se escuchan tiroteos, lo que evidencia que no todo Trípoli es de Gadafi.
¿Tuvo contacto con prisioneros libios? ¿Qué tipo de personas estaban encarceladas en las prisiones del régimen?
Sí, en una de las prisiones. Primero estaba con ocho. Luego, con diez. La gente que estaba encerrada eran los peligrosos enemigos de Gadafi: estudiantes, un economista, un pescador, un agricultor y un imán.
Según ha relatado posteriormente, los bombardeos de la OTAN pusieron en peligro a los detenidos.
Hubo días en la cárcel en los que las bombas cayeron muy cerca. En realidad piensas que no lo van a hacer, pero se atacó muy cerca. El día que a mí me trasladan a la primera villa, a las tres o cuatro horas de llegar, la OTAN bombardeó al lado. Tan al lado, que se rompieron las ventanas de mi habitación.
Usted fue detenido cuando trabajaba como fotógrafo. Y no se puede olvidar que los medios internacionales han jugado un papel clave en la guerra de Libia. ¿Cómo valora su posición?
Ahora mismo, poco papel, porque ha caido un poco en el olvido. En su momento, sirvieron de voceros del lado rebelde. También es cierto que es el lado en el que se puede trabajar.
También los rebeldes intentan dirigir.
Claro, pero ellos te intentan llevar a donde quieren y tú intentas llegar a donde quieres tú. Eso es un juego y te dan la oportunidad de jugar.
¿No cree que la OTAN ha utilizado a los medios para justificar su intervención?
Es cierto que se han dado informaciones que no eran muy veraces, como la de las violaciones masivas. Yo no las he visto. No sé si lo filtraba la OTAN o los rebeldes, aunque el fallo es por no contrastar las informaciones. También es cierto que los rebeldes son los únicos que han dejado trabajar con libertad. Si Gadafi hubiese permitido el acceso a los medios, podríamos haber informado de las consecuencias de los ataques de la OTAN.
Desde su liberación, se ha caracterizado por lanzar un discurso muy crítico con las condiciones en las que trabajan los periodistas freelance.
Da rabia pensar que cuando parece que uno ha eclosionado, no es cierto. ¿Para qué me ha servido Libia ahora que he vuelto a casa? No se le puede dar continuidad tal y como se está. Uno no puede estar corriendo riesgos eternamente. Y no me refiero solo a los físicos, también a los económicos o a los personales. Resulta frustrante. Da la sensación de que quien manda en esta profestión sólo quiere trabajo, cuanto más barato mejor. Y si para eso hay que renunciar a la seguridad o a la continuidad de los fotógrafos, les da igual.
Siempre se ha destacado por su óptica social. ¿Cree que una fotografía puede cambiar el mundo?
A mi me gustaría que a un pequeño porcentaje de la gente que ve mis fotos le dé por reflexionar, por pensar. Decir que cambie el mundo me parece demasiado ambicioso. Pero por lo menos, ser conscientes de lo que hay en él.
No me negará que existe cierta mitología respecto al reportero que trabaja en conflictos.
No sé si la hay o no la hay, pero yo me lo paso muy bien. Me imagino que sí, aunque es una tontería. Sigo pensando que este es un curro como otro cualquiera. Lo que pasa es que a mi me gusta un montón. Y lo hago, si puedo.AP.