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Maite SOROA | msoroa@gara.net

El «afán» del vasco por ser diferente

Antes de que Zapatero nos diera un motivo más para marcar en rojo el 20-N, uno de los principales temas de debate en la prensa era la posible recentralización del Estado. Se trata de quitar competencias a las autonomías con la excusa de que resultan caras. En «La Razón», José Antonio Vera afirmaba al respecto que «La situación es tan extrema, que hay quien plantea una reconducción de la estructura territorial del Estado para convertirlo en algo menos costoso y más racional». Cuando la derecha apela a lo «racional» hay que echarse a temblar.

Sostenía el columnista que «Algo habrá que hacer en ese sentido, pues el actual modelo es costosísimo, disgregador, de tendencia confederal, fomenta un planteamiento de `taifas' que hace muy complicado tomar decisiones conjuntas, y pone claramente en peligro la unidad de mercado», y agregaba que «Hacer 17 servicios regionales de Salud, con 17 políticas de compra de medica- mentos, gestión de centros, tarjetas sanitarias, sistemas informáticos y todo lo demás, no sólo es más caro desde el punto de vista de la gestión de compras, sino que además es caótico porque se fomenta la desigualdad en las prestaciones entre comunidades. Y lo mismo que en Sanidad sucede en Educación o en Justicia, materias donde la gestión con criterios mínimamente uniformes se echa en falta a diario». Vamos, que lo del Estado de las autonomías ya no les mola tanto. A servidora tampoco, pero por motivos muy diferentes.

Como a todo se le puede sacar algo bueno, Vera apuntaba también que «esta mega-crisis que nos golpea podría ser adecuada para racionalizar un modelo territorial que hicimos deprisa en los convulsos años de la Transición y cuyos resultados son mejorables». Por eso insiste en apostar por la España una: «Nos ahorraríamos dinero y no se rompería la unidad de mercado, ahora en peligro de verdad. Las autonomías que no quieran, que se queden con su actual estructura. Igual es una manera de diferenciar al País Vasco y Cataluña de las demás, algo nada descabellado, y que podría poner fin también al afán de vascos y catalanes por ser diferentes». Las vascas -y vascos- y las catalanas no tenemos ningún afán, es que somos diferentes. No lo entienden.

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