Trasatlánticos y playas por descubrir
Aralar, «ejerciendo de práctico del puerto», en palabras de su portavoz, está tirando hacia el muelle equivocado, y las luces que llegan desde ese muelle pueden ser demasiado atractivas para algunos La potencialidad del cambio unilateral de timón y la ampliación de timoneles es lo que nos hace dueños de nuestro futuro sin necesidad de recurrir a Urkullu capitán de barco mercante ni al almirante Rubalcaba
Hace aproximadamente una década, un portavoz de la izquierda abertzale utilizó la metáfora del transatlántico para referirse al tipo de maniobra que debía hacer la izquierda abertzale para cambiar de rumbo. Del rumbo de la estratégica político-militar al de las vías exclusiva- mente civiles y políticas. Se utilizó el símil del trasatlántico para hacer referencia a la dificultad y delicadeza con la que estos grandes buques deben hacer sus maniobras para evitar que el casco se quiebre.
Una de las personas que compartió en otros tiempos la cubierta de mando, Patxi Zabaleta, y no precisamente cuando era un barco de recreo, sino más bien cuando era un acorazado de casco blindado, consideró que para mover el barco era necesario dejar la nave y construir otra embarcación. El grueso de la tripulación, pensó que era preferible que todos los ocupantes hicieran a la vez el giro de timón para evitar que quien no estuviera de acuerdo se enrolara en una fragata, ni quienes estaban en las mazmorras de la flota borbónica se quedaran allí para siempre.
Cuando afortunadamente el viejo acorazado esta virando el timón, cambiando el casco y los mares, muchos quieren atribuirse el mérito: los que aguantaron en la nave, los que hicieron otro barco y también los que remábamos en txipironeras cerca del buque sorteando muchas veces el oleaje y algunos empujones producidos por el acorazado y el cañoneo de las corbetas franco-hispanas.
Sin embargo, ni se puede vender la piel del oso antes de cazarlo, ni aporta ningún plus el reparto de medallas. Cada cual, desde donde estuvo y desde adonde fue, ha hecho su aportación.
En cambio, es ahora, cuando empujan muchas manos al timón y por el exceso de ganas de protagonismo, cuando se puede errar. Y en concreto, algunos creemos que los que no sin falta de valentía construyeron la otra nave para hacer un remolcador que acelerara la maniobra de la nave nodriza, se están equivocando en la dirección de arrastre.
El acorazado ha girado el timón, debe quitarse el blindaje, retirar los cañones, tirar el arsenal al mar, recuperar a la tripulación que se tiró al mar y a la que quedó presa, honrar a sus muertos y acordarse de los del adversario, remodelar sus camarotes y sobre todo democratizar y poner cristales transparentes en su puente de mando.
Ahora bien, el giro de timón no tiene porque significar cambiar el destino del viaje. El barco se perdió en la marejada. Se perdió tanto que ya ni sabía para que se construyó, ni para que se enroló la tripulación.
Aralar «ejerciendo de práctico del puerto», en palabras de su portavoz, está tirando hacia el muelle equivocado y las luces que llegan desde ese iluminado muelle pueden ser demasiado atractivas para algunos. Pero, nada tiene que ver que afortunadamente toda la izquierda soberanista e independentista comparta buque o flotilla civil, desmilitarizada, firme y convencida defensora de todos los derechos humanos, con que esto deba hacerse acercándose al muelle donde atracó y naufrago el mercante jeltzale al pedir licencia de navegación a la Corona española.
Desmantelar definidamente los cañones y desprenderse de los uniformes y de lo uniforme, no significa que debamos ni aceptar el derecho de la flota borbónica a existir y cañonear, ni a que tenga soberanía sobre nuestros mares.
El método efectivo que puede hacer que el acorazado se remodele en transatlántico civil y que ningún tripulante sienta nunca la necesidad de construir otros buques de guerra, es ir unilateralmente y sin pedir permiso a las playas que siempre habíamos querido pisar, las de Euskal Herria soberana, en paz y con justicia social. La enorme potencialidad del cambio unilateral de timón, y la ampliación del equipo de timoneles a toda la tripulación, es lo que nos hace dueños de nuestro futuro sin necesidad de recurrir a Urkullu capitán del barco mercante, ni al almirante Rubalcaba.