CRíTICA ópera
¿Gioachino Rossini o «Aquí no hay quien viva»?
Mikel CHAMIZO
No recuerdo la última vez que se escucharon abucheos en el Kursaal. Con lo políticamente correcto que es el público donostiarra a la hora de aplaudir, resultaron hasta chocantes los «buu»-s que algunos indignados con la propuesta escénica lanzaron ayer sin ninguna timidez. Aunque tampoco debería sorprender que a los puristas no les gustase la idea de Rechi de adaptar la trama del «Barbero» a un plató de televisión y a la grabación de una telenovela. Quizá no por la adaptación en sí, pues planteaba cambios mínimos en el libreto original, estaba realizada con coherencia, aportaba un ritmo trepidante y permitía lucirse a los actores. Lo que más pudo molestar es que el «Barbero» se convirtiera en una sucesión interminable de gags, algunos bastante zafios, como el de José Manuel Zapata imitando al vidente friki Carlos Jesús durante 15 minutos o que se usara la música de la tormenta como banda sonora para un anuncio de laca. Otros fueron divertidísimos, como la gran escena coral del final del segundo acto con el cadáver de Fiorello pasando de mano en mano ante las narices de los policías. La función consiguió arrancar una carcajada tras otra, ahora bien, los guiños al humor inteligente fueron inexistentes en el esperpento perpetrado por Rechi: era el tipo de humor de series cómicas de sal gorda, como «Los Serrano», «Aída» y semejantes. Es curioso que esta inmersión de Rossini en el humor «typical spanish» fuera lo que más llamó la atención cuando esta producción se estrenó en Friburgo, donde la consideraron almodovariana.
La clave para disfrutar de este «Barbero de Sevilla» fue rebajarse al nivel intelectual de la función y dejar los prejuicios a un lado. Y también aceptar que, aquí, lo que primaba era el teatro sobre la música. Por ejemplo, y aunque las modernas producciones rossinianas suelen generar una tremenda actividad sobre el escenario, es casi una regla de oro que a los cantantes se les deja espacio cuando cantan sus arias estelares. Aquí no: mientras Rosina cantaba «Una voce poco fa» tenía a uno arreglándole el pelo, a una maquillándola, a otro rondándola con un guión y a uno haciendo break-dance por detrás. Demasiado a menudo resultaba dificilísimo concentrarse en la música con todo lo que ocurría sobre el escenario. Ahora bien: ¿qué hubiera quedado de este «Barbero» sin la puesta en escena tan exagerada? No mucho, pues musicalmente, y a excepción de la parte orquestal y la dirección, las voces de los solistas no entusiasmaron a nadie, o no lo hicieron, al menos, por encima de sus dotes actorales, donde algunos de ellos, como José Manuel Zapata, se mostraron soberbios.
Ópera: `El barbero de Sevilla' de Rossini sobre la comedia homónima de Beaumarchais.
Intérpretes: José Manuel Zapata (Almaviva), Pietro Spagnoli (Fígaro), Andrew Shore (Bartolo), Manuela Custer (Rosina), Lorenzo Regazzo (Basilio) + Coro Easo y OSE.
Dirección musical: Andrés Orozco-Estrada.
Dirección escénica:
Joan Anton Rechi.
Estreno: Kursaal (Donostia), 9-8-2011.