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Imanol Intziarte | Periodista

Cursillo acelerado para sospechar

Los currantes de esta santa casa somos, en líneas generales, como los ministros o los consejeros autonómicos. Lo mismo un día nos encargamos de la Sanidad que de la noche a la mañana nos entregan la cartera de Deportes o Economía. Son los puzzles inherentes a la escasez de presupuesto. Eso sí, en temas como el salario o las prestaciones -como la jubilación completa con unos pocos años de trabajo- los parecidos entre esos altos cargos y los modestos juntaletras desaparecen en un pis-pas.

Total, que en las últimas semanas el que suscribe se ha visto obligado por las circunstancias a realizar un cursillo intensivo de macroeconomía. Ríanse ustedes de los títulos que entregan en la universidad a distancia o en CCC. Techo de la deuda, volatilidad, eurobonos, déficit... términos y expresiones que han pasado a copar titulares y a ser empleados en las tertulias de bares y sobremesas. Anteayer, un compañero me preguntó «¿cómo va el Italia-España?» -en referencia a un amistoso entre selecciones de fútbol- y automáticamente en lo primero que pensé fue en las primas de riesgo de ambos estados. Como para hacérmelo mirar.

El caso es que, en medio de la vorágine, a veces se pueden arañar unos minutos para pensar, aunque sea justo antes de que por la noche nos venza el sueño. La información es poder, reza el dicho, y ciertamente en este mundillo parece cierto. Me dio por imaginar que soy un alto dirigente del Banco Central Europeo y que un día tomo una decisión que sé, de buena tinta, va a provocar una caída en las bolsas. Cuando las cotizaciones están en su punto más bajo, se compra todo lo que se pueda. Hacerlo directamente quedaría feo -incluso ilegal-, pero siempre habrá mecanismos para que alguien ejecute las órdenes, un «hombre de paja». A los tres días se toma una decisión en sentido inverso, provocando que las acciones suban como la espuma en poco tiempo. Es la hora de vender y embolsarse unos jugosos beneficios, pongamos un 5%. De acuerdo, el 5% de 100 euros es una miseria. Pero cuando hablamos de millones de euros, ¿a que la cosa cambia?

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