El Estado francés, junto a Alemania, está considerado el núcleo duro de la Unión Europea, uno de los socios que marcan las políticas económicas y sociales a seguir en la eurozona. Como uno de los indiscutibles líderes de la UE, decide, junto al FMI, la oportunidad y las condiciones de los rescates de los países de la periferia, como Grecia, Irlanda o Portugal; señala el camino a seguir a otros estados periféricos, como el español y el italiano, para hacer frente al acoso de los mercados... Sin embargo, los especuladores no entienden de periferias y ahora el Estado francés se ha visto obligado a acometer reformas frente las presiones de esos mercados que no creía capaces de poner en duda la solidez financiera francesa. La grandeur de la France ha quedado en evidencia ante el mundo, pero al imperio no le queda más remedio que aparcar su orgullo y anunciar reformas como los estados de la periferia que continuamente han venido tomando medidas para calmar la inquietud de los mercados. Y es que los mercados incesantemente dan muestras, más que de nerviosismo, de ansiedad con la periferia, y también el Estado francés, como todos, es periferia.