Tricicle, en su adaptación para niños de «El barbero de Sevilla» de Rossini, optó por la vía que, por alguna sinrazón, nos parece la más arriesgada: presentar esta ópera tal cual es, en una versión más corta y traducida al castellano. La compañía catalana no ha visto la necesidad de introducir actores, malabaristas, lenguaje de calle, efectos especiales y toda esa parafernalia de la que tan a menudo se abusa en las óperas infantiles, como si reinara el temor de que la música y la historia, por sí mismas, no fueran a ser suficientes para entretener a los chavales. El jueves se demostró que no, que la calidad y comicidad que desborda el «Barbero» de Rossini, si son bien comunicadas, son más que suficientes para enganchar al público más pequeño. Con un escenario discreto y agradable, trajes de época y una sencilla puesta en escena con la que los chavales, por momentos, se partieron de la risa, la función nos encantó también a los mayores, en una forma muy distinta a como nos gustó el «Barbero de Sevilla» de Rechi en el Kursaal: en aquella disfrutamos sobre todo de la puesta en escena, aquí de la propia ópera. Además los cantantes, en su conjunto, hicieron gala de un nivel vocal bastante elevado para tratarse de una representación infantil y funcionaron muy bien como grupo de actores, muy compenetrados. La partitura orquestal, reducida a piano, flauta y contrabajo, vistió con unos arreglos más que correctos una función que disfrutamos mucho.