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Yannick Nézet-Séguin | director de orquesta

«Lo que hace Holanda con la cultura es una tragedia»

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Mikel Chamizo

Extrovertido y dinámico, tanto con los periodistas como con los músicos de las orquestas que dirige, el canadiense Yannick Nézet-Séguin es uno de los directores jóvenes con una carrera más meteórica hacia el estrellato de la música clásica. Ya ha dirigido como invitado a orquestas tan prestigiosas como la Filarmónica de Berlín, la de Viena o la Staatskapelle de Dresde, y el año que viene comenzará su titularidad al frente de una de las grandes orquestas americanas, la de Filadelfia.

Dirigirá dos conciertos en la Quincena Musical, el primero con los autores húngaros Liszt y Bartók y el segundo con una gran sinfonía de Mahler. 

Es una oportunidad para mostrar las diferentes cualidades de la Filarmónica. Cuando cogí el mando, como sucesor de Valery Gergiev, habían hecho mucha música rusa que había transformado los colores de la orquesta, especialmente en lo respectivo a los vientos y a la cualidad rítmica de la orquesta. El primer programa de música húngara va a ser muy apropiado porque es de los que permite sentir a la orquesta en el estómago. En cuanto a Mahler, los músicos holandeses sienten una gran conexión con Mahler: tuvieron al gran director mahleriano Mengelberg y el propio Mahler fue también en alguna ocasión a Amsterdam a dirigir. Ellos se sienten depositarios de una gran tradición y yo mismo he dirigido mucho Mahler.

¿Existe algún vínculo común en su interpretación?

Todas estas músicas están influenciadas por el foklore de las naciones donde vivieron sus compositores. Es más evidente en el caso de Bartók, pero también la obra de Ravel, “Ma mére l'oye”, compuesta para niños, se nutre de melodías muy simples que seguramente se relacionen con raíces tradicionales. En cuanto a Mahler, en este aspecto creo que es el que llegó más lejos. Todo lo que compuso, y especialmente su “Tercera sinfonía”, está relacionado con la naturaleza: rocas, agua, elementos, plantas, animales, lo humano y lo supra-humano. Es una extrapolación de una idea muy sencilla a algo extraordinariamente complejo. Lo que habrá en común en la interpretación de todas estas músicas será, espero, el refinamiento. Es una cualidad que puede servir de nexo entre todas las obras del programa.

Al suceder a Gergiev se encontró en Rotterdam a una orquesta de sonoridad muy particular. ¿En qué ha cambiado desde que se ha hecho usted cargo de ella?

Lo hermoso de ser el director musical de un conjunto es que eres el capitan de un gran barco que no puedes girar de repente 180 grados, sino entender qué camino sigue y redirigirlo ligeramente hacia uno u otro lado. Con Gergiev la orquesta aprendió a ser muy generosa en concierto, a tener una actitud muy valiente porque, con él nunca sabían lo que se iban a encontrar. Aprendieron a estar preparados para todo, y los músicos tocan sacando pecho. Yo he tratado, manteniendo esta actitud, crear conexiones más sutiles en las relaciones entre los músicos. Es una de las razones por la que estoy programando más repertorio francés, porque con él los músicos necesitan estar atentos los unos a los otros. La orquesta ha cambiado mucho en este sentido, pero sigue manteniendo esa actitud extrovertida que aprendió con Gergiev.

El año que viene comienza su titularidad con la Orquesta de Filadelfia, una de las «Big Five» americanas. ¿Cómo aborda este gran salto en su carrera?

Es interesante porque, como candiense, concretamente de Québec, me siento más cercano a Europa que a los EEUU. Siempre había pensado que Europa era el lugar donde quería trabajar, y que las orquestas americanas eran muy perfectas pero no tan expresivas como las europeas. Pero cuando llegue a Filadelfia y trabajé con su orquesta fue como un sueño hecho realidad. No entraba en mis planes trabajar con una orquesta como ésta ahora, pero no tengo otra opción. Negarme sería como enamorarme y decir `sí, pero vamos a tener hijos dentro de 10 años, no ahora'.

Como director de la Filarmónica, debe de tener una vivencia muy cercana de la debacle cultural que está llevando a cabo el nuevo gobierno de Holanda.

Lo que está ocurriendo con este gobierno es una tragedia. Es peligroso tener a gente dirigiendo un país que no entiende realmente lo que es la cultura. Cultura no es pagar un ticket y ver un espectáculo, es sobre todo la memoria y la colectividad de un país. Dentro de lo malo, a nosotros en Rotterdam no nos está afectando tanto, porque tenemos un gran apoyo de la ciudad y de las empresas portuarias, y la orquesta esta avanzando mucho, grabando discos y saliendo de gira. Por muy ciego que esté el nuevo gobierno no puede ignorar eso.

 
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