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Argentina da el primer paso hacia las presidenciales

Debutan hoy las primarias abiertas y simultáneas, una compleja ingeniería electoral que funcionará en los hechos como una virtual primera vuelta electoral. Se da por seguro un triunfo holgado de Cristina Kirchner, pero la duda es quién será el opositor mejor posicionado para forzarla en octubre a un ballotage.

Daniel GALVALIZI
Periodista

Casi 29 millones de electores están convocados a las urnas para definir entre todos los precandidatos de cada partido los que finalmente serán los postulantes para las elecciones generales de octubre. Esa es la función que se le otorgó a las denominadas primarias abiertas simultáneas y obligatorias (en Argentina el voto es una obligación legal) con la reforma electoral que aprobó el Parlamento en 2009 e ideada por el fallecido ex presidente Néstor Kirchner tras ser derrotado en los comicios parlamentarios de medio término.

Con la reforma, Kirchner apuntaba a evitar que los votos de los peronistas díscolos lo castigaran en una elección general yendo por separado en otros partidos personalistas (como pasó en 2009) y además filtrar a los partidos minoritarios estableciendo un piso del 1,5% del electorado.

La nueva ley electoral obliga a los partidos a una apertura y permite que cualquier ciudadano defina cuál es su preferido entre los postulantes. El que surja más votado será finalmente quien pueda competir en octubre, siempre y cuando se supere el piso del 1,5% de los votos totales de cada distrito.

El nuevo sistema electoral estuvo inspirado en el que rige a la provincia de Santa Fe (al norte de Buenos Aires) y es único en el mundo, ya que si bien en EEEUU cualquier ciudadano puede votar, no se determina un día único para todos los partidos y cargos.

La peculiaridad de esta reforma es que, a pesar de su espíritu, la realidad política local hizo que perdiera sentido, o mejor dicho, lo transformara. Los ocho precandidatos a presidente son únicos por partido y no competirán internamente.

Sumado a ello la distancia que ostenta la presidenta Cristina Kirchner con respecto a sus contrincantes es tan grande según las encuestas (ella ronda el 40% y el segundo no alcanzaría el 20%), que convierte a la jornada de hoy en una gran encuesta nacional -por más que se prevé un gran ausentismo- que anoticiará cuántos votos realmente puede conseguir la jefa del Estado y cuál es el opositor con más posibilidades de forzarla a ir a una segunda vuelta electoral.

Porque según la Constitución argentina reformada en 1995, el presidente es electo en primera vuelta sólo si supera el 45% de los votos o si alcanza más del 40% pero con 10 puntos de ventaja con respecto al segundo, en lo que fue un parche legal a un bipartidismo que agonizaba.

Por lo tanto, la presidenta Kirchner tiene a sus competidores muy interesados en salir en segundo lugar hoy, porque eso les haría captar el voto más furiosamente antikirchnerista en octubre entre todos los que prefieren a cualquier candidato antes que a la actual mandataria (cerca de un cuarto del electorado). Las primarias se convirtieron así en un campo de experimento para la oposición, lanzando la campaña con antelación a pesar de que, en definitiva, no se elegirá nada a nivel presidencial.

La paradoja resulta que, si bien se trata de una ingeniería electoral para evitar la fuga de votos, puede llegar a resultar el certificado de defunción del kirchnerismo, que tras una sucesión de derrotas en comicios locales de tres de los cuatro distritos más populosos del país (la ciudad de Buenos Aires y las provincias de Córdoba y Santa Fe) y una serie de tropiezos políticos vinculados a casos de corrupción, ya bajó su intención de voto en 8 puntos, según los sondeos.

El mito de la invencibilidad de Cristina Kirchner, que buscó ser impuesto por algunos dirigentes del partido gobernante, comenzó a darse con una realidad adversa que puso en duda ya no sólo en la elite política sino en la propia opinión pública que todavía no está todo dicho en la batalla por ver quién será el inquilino de la Casa Rosada desde 2012.

Los que quieren sucederla

Una de las características más comunes del arco opositor argentino es su fragmentación y la incapacidad para armar coaliciones políticas a largo plazo. Las dos coaliciones que forzaron la derrota del kirchnerismo en las parlamentarias de 2009 se disolvieron y el mapa político se reconfiguró y atomizó, tornándose más personalista que nunca.

El principal candidato opositor (arañaría el 18%) es Ricardo Alfonsín, del centenario partido Unión Cívica Radical, que se alió con el sector del peronismo opositor más liberal de Francisco De Narváez (quien aspira a ser gobernador de la provincia de Buenos Aires). Alfonsín, hijo del primer presidente argentino tras la dictadura, procuraba un frente político con el Partido Socialista, pero éste desistió de unirse a De Narváez.

Muy cerca o en empate técnico está el ex presidente Eduardo Duhalde, viejo caudillo peronista que apadrinó a Néstor Kirchner para que fuera electo presidente en 2003. Duhalde se corrió a la derecha para tratar de captar el electorado conservador y del interior que rechaza a los Kirchner pero su talón de Aquiles es la alta imagen negativa que concentra especialmente por su pasado ligado al menemismo y a la década neoliberal.

Cuarto pero con posibilidades de dar hoy una sorpresa y crecer mucho más hasta octubre es Hermes Binner, candidato del Frente Amplio Progresista, una coalición de partidos de izquierda moderada con estamentos sindicales alternativos al peronismo tradicional. Binner es actual gobernador de Santa Fe y se postuló tras fracasar su acuerdo con Alfonsín, por lo que ingresó a la campaña más tarde, lo que le juega en contra debido a su alto nivel aún de desconocimiento entre los votantes..

La otra mujer candidata es la líder de la Coalición Cívica (centro liberal) Elisa Carrió, quien en 2007 salió segunda en las presidenciales pero su liderazgo al frente de la oposición en 2009-2010 le valió un desgaste fuerte y se estima que no supere el 8%.

Por último, están Alberto Rodríguez Saá (expresión del peronismo más populista y conservador), Alcira Argumedo (del partido Proyecto Sur, cuyo líder es el cineasta Fernando Pino Solanas) y Jorge Altamira (del troskista Frente de Izquierda).

 

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