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Othman Alfredo Gomez-Cambronero Kortazar | Laudio

Ramadán con porrusalda

Como musulmán vasco en el ecuador de mi mes de ayuno, quiero agradecer y felicitar al equipo de periodistas que redactó el artículo sobre el sagrado mes de Ramadán publicado en GARA el pasado domingo, 7 de agosto, fundamentalmente por su enfoque respetuoso con el carácter plural y multiétnico de nuestra comunidad de creyentes y por basarse en las vivencias personales, alejándose de estereotipos y detalles anecdóticos.

Resalto de su redacción el apunte sobre la dificultad de practicar este pilar obligatorio del Islam para aquellos miembros de nuestra comunidad espiritual que vivimos en Europa Occidental, en un entorno social de índole utilitarista, hedonista, materialista y con una progresiva presencia de actitudes xenófobas y racistas, pues es precisamente la propia pluralidad étnica que nos caracteriza -en Euskal Herria convivimos creyentes musulmanes procedentes de los cinco continentes-, un elemento claramente diferenciador con respecto a las pautas de comportamiento dominantes que he mencionado anteriormente, tendentes a la uniformización cultural deshumanizadora.

Ramadán es un periodo de alegría, purificación del alma y el cuerpo, búsqueda de sí mismo, ruptura con lo cotidiano, mejora del autocontrol, encuentro y ayuda al prójimo y, sobre todo, de índole universal, al poderse gozar la misma felicidad en cualquier rincón del mundo durante este mes. Por todo ello, este mes no representa una oportunidad para encontrarse triste por ausencia de familiares, ni levantar nostalgias de pasados perdidos como consecuencia de proyectos migratorios, ya que un estado de ánimo de tal carácter refleja un grado de Fe o Imán pobre, alejado de la búsqueda de la Excelencia espiritual propia del creyente en el Destino decretado por el Único.

Quisiera mencionar que en el artículo mencionado se obvia la existencia histórica en Euskal Herria, durante más de 800 años, del Ramadán como hecho religioso y cultural propio de nuestra antigua Vasconia musulmana -aquella parte de nuestro país donde se practicaba el Islam-, desaparecida con el resto del legado cultural y espiritual andalusí común a todos los pueblos ibéricos y transpirenaicos, como consecuencia -en nuestro caso- de la persecución inquisitorial contra la población musulmana, tras la conquista y dominación española de nuestro Viejo Reino de Navarra.

Por último, a título de ejemplo de todo lo dicho anteriormente, me permito mencionarles que en nuestra celebración familiar de la ruptura del ayuno diario del mes de Ramadán, la sopa harira magrebí coexiste con otros platos como la porrusalda vasca o el gazpacho andaluz.

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