Donostia Zinemaldia
Una desbordante y casi inabarcable 59 edición
Se anuncia una próxima edición del Festival Internacional de Cine de Donostia cargada de contenidos, marcada por la dinámica personalidad cinéfila de José Luis Rebordinos, que profundiza como nuevo director en la línea de continuidad del anterior equipo. La crisis presta una coyuntura favorable al verdadero protagonismo de las películas. La prensa internacional ha otorgado su premio fipresci a «el árbol de la vida», de terrence malick, protagonizada por brad pitt y sean penn. el título inaugura zabaltegi-perlas
Mikel INSAUSTI | DONOSTIA
El caudal informativo desplegado por la 59 edición del Donostia Zinemaldia supera al generado en cada una de las ediciones anteriores, a las que también deja atrás en cuanto a prontitud a la hora de tener cerrado el programa definitivo. A falta de algún pequeño fleco, este año ya se puede disponer de un panorma completo a mediados de agosto, cuando todavía falta un mes para su comienzo. Tanta celeridad y diligencia por parte de la organización permite ya ir formando una opinión previa sobre lo que nos espera entre el 16 y el 24 de setiempre, en los nueve días que dura el festival desde que la crisis impuso una reducción de una jornada.
Antes de empezar hay material de sobra encima de la mesa para sacar una primera conclusión, habida cuenta de lo significativo del considerable aumento y adelanto de la información, achacable a la personalidad dinámica, por no decir arrolladora, del nuevo director. El público donostiarra aficionado al cine sabe muy bien que con Rebordinos los ciclos y sesiones maratonianas se multiplican, y no seré yo quien le ponga pegas al subidón cuantitativo de películas en el mismo espacio del calendario, siempre y cuando se mantenga el aspecto cualitativo.
José Luis Rebordinos formaba parte de un equipo que venía trabajando en una línea austera y cinéfila, y al pasar a la dirección no está haciendo sino profundizar aún más dentro de una continuidad que parece asegurada. La coyuntura le favorece, porque la crisis viene a dar la razón a una estrategia que admite perfectamente los recortes. El hecho de ahorrar en el apartado de fiestas y eventos hace que el espectáculo se traslade por entero a las salas de cine, con el protagonismo único y exclusivo de las películas, que ya venía pregonando su recordado predecesor en el cargo.
Lo que ocurre ahora es que Rebordinos se lo va a poner mucho más difícil al festivalero que intenta cubrir lo mejor de la programación día a día, al igual que a los corresponsales o enviados especiales de los medios informativos. Ha conseguido que, con el programa en la mano, resulte imposible llegar a todo lo bueno o interesante. Dicha imposibilidad a buen seguro producirá una sensación de aturdimiento general, al verse humanamente sobrepasados unos y otros por una oferta excesiva. Una exageración de secciones y películas destinada a compensar la falta de glamour, que nadie echará de menos en tiempos de recesión.
Quienes quieran encontrar la mano del nuevo director detrás de una programación hecha a base de caprichos personales se equivocarán, porque no hay más cine fantástico y de terror del que ha solido darse en otras ediciones. La selección de películas, tanto en la Oficial como en Zabaltegi, sigue obedeciendo a otros criterios más serios. El nuevo director se ha limitado a hacer algún divertido guiño, en forma de inclusión informal nocturna o gamberra. La sorpresa de una doble proyección de pinku eiga dentro de las sesiones especiales de Zabaltegi supone todo un desafío, un atrevimiento por tratarse de cine erótico japonés de los años 60 y 70.
Otra curiosidad novedosa es la sección Culinary Zinema, que reúne cine y gastronomía a la donostiarra. Se abrirá con el estreno del documental «Mugaritz BSO», una experiencia sensorial de maridaje entre la cocina de Andoni Luis Aduriz y la música de Felipe Ugarte. Me parece todo un acierto, del que en alguna medida me siento inductor, debido a que voté por este tipo de proyecto cuando al final de la pasada edición se hizo una petición de sugerencias por parte del futuro nuevo director. Con el paso del tiempo puede llegar a ser más importante de lo que ahora mismo parece, ya que combina el cine con la actividad en los fogones por la que nuestro país es reconocido en todo el mundo. Encaja a la perfección en el aprovechamiento de Zinemaldia como oportunidad para promocionar internacionalmente nuestra cultura, a la vez que aporta hedonismo al programa, viniendo a sustituir simbólicamente a las tan costosas cenas para la organización de inauguración y clausura.
En lo que a las ceremonias de apertura y cierre se refiere, vamos a estar magníficamente representados por dos actrices donostiarras de talla internacional como Marta Etura y Barbara Goenaga, en uno de los mayores aciertos dentro de lo que se entiende por relaciones públicas. Es su año y el del euskal zinema, porque la buena noticia es que Zinemira pasa a ser una sección completa, superando la etapa en la que al cine vasco se le dedicaba una sola jornada.
Para dar el salto ha coincidido una cosecha anual de producción propia favorable, gracias a que se han rodado muchas y prometedoras películas en Euskal Herria. Por fin hay una generación de cineastas con personalidad, que rompen con el histórico lastre de una creatividad hipotecada a las subvenciones oficiales. La incógnita es saber si en los próximos años se podrá mantener ese ritmo de filmaciones y si dará para llenar de contenidos Zinemira. El principal escollo son las dificultades existentes en el Estado español para la distribución de películas en versión original, lo que afecta a todos los idiomas y a las respectivas nacionalidades, incluido el euskara. Todavía está muy reciente el imperdonable caso de «Ander», que, habiendo sido premiada en la Berlinale, permanece inédita en nuestras pantallas comerciales.
Zinemira ha de servir de lanzamiento a una cinematografía que reclama una normal distribución, al menos en nuestro territorio. El punto más delicado para el Donostia Zinemaldia es encontrar un equilibrio entre el efecto potenciador de esta sección colectiva y las aspiraciones individuales de cada cineasta. Me consta que el reparto de este año no va a contentar a todos, y ahí Rebordinos tiene una papeleta muy difícil.
La decisión final ha sido sacar de Zinemira a dos películas, pero sin que ninguna disponga de la justa opción de competir por la Concha de Oro. El documental «Bertsolari» de Asier Altuna ha sido incluido en la Sección Oficial fuera de concurso. Resulta muy decepcionante en un año en el que había suficiente potencial como para tener algún representante del cine vasco en la competición, habiendo de conformarnos con la presencia del bilbaino Enrique Urbizu, uno de los cineastas de la diáspora, que presenta su nueva muestra de cine negro «No habrá paz para los malvados».
Quien sí competirá por el premio de Nuevos Realizadores en Zabaltegi es Telmo Esnal, con su segunda comedia costumbrista titulada «Urte berri on, amona!». Sin embargo, la película que más expectación ha levantado de entre todos los rodajes recientes se queda en Zinemira. Es un tema delicado, porque creo que es un error que «Bi anai» no pueda aspirar a la Concha de Oro, siendo como es una importante adaptación de Bernardo Atxaga a cargo del debutante Imanol Rayo, que ha contado con todas las bendiciones del escritor.
Al arbizuarra desde la dirección del Zinemaldia le han explicado que necesitaban una película con gancho para dar mayor relieve a la nueva Zinemira, y que optará a un premio en metálico junto a otras tres realizaciones más. Dudo que se trate de una cantidad suficiente para compensar la atención por parte de la prensa que merece un proyecto así, al que habría que dar una mayor salida. Y es que Zinemira nunca ha gozado del suficiente espacio en los medios, que no disponen de comentaristas para cubrir todas las secciones. Es lógico que se vuelquen más en la Oficial y en Zabaltegi, que este año llegan cargadas de títulos a no perderse.
El Donostia Zinemaldia es ante todo un festival internacional y en el exterior van a estar más pendientes del premio Donostia que se va a entregar con absoluto merecimiento a Glenn Close. La única posibilidad de llamar la atención sería la de figurar dentro del palmarés oficial, algo trascendental para una producción independiente como «Bi anai». Aunque no se lleve la Concha de Oro, el mero hecho de subir al escenario a recibir alguno del resto de premios ya supondría un hito para nuestro cine. El tiempo dirá si a cada cual se le ha puesto en el sitio que realmente le corresponde.
La inclusión a última hora de «Rampart», uno de los títulos fuertes de la temporada, ha hecho subir muchos enteros la definitiva Sección Oficial. Esta adaptación de una novela negra de James Ellroy se integra en una edición con sabor literario, y que conecta además con el ciclo de cine negro estadounidense de las dos últimas décadas conducido por Walter Hill y James Gray, e inaugurado por la ópera prima del hijo de Michael Mann. El maestro Terence Davies adapta un clásico teatral de Terence Rattigan en «The Deep Blue Sea», ya llevado a la pantalla por Anatole Litvak. Otro veterano ilustre, Arturo Ripstein, traslada a su universo mexicano a Gustave Flaubert en «Las razones del corazón». El donostiarra de adopción Hirokazu Kore-eda lleva a la pantalla al popular en Japón dúo cómico infantil Maeda-Maeda, que hacen de hermanos separados en «Kiseki». Y el monográfico dedicado a Jacques Demy se extiende a la Oficial a través de su hijo Mathieu, que presenta «Americano», rodada en México con Salma Hayek. También hay actrices que dirigen: Julie Delpy y Sarah Polley.
La selección del material visto en otros festivales no puede ser mejor, ya que las elegidas como Perlas-Zabaltegi en verdad lo son. Destacaremos «A Life Without Principle» del honkonés Johnnie To, «Shame» del irlandés Steve McQueen, «The Artist» del francés Michel Hazanavicius, «Le Havre» del finlandés Aki Kaurismäki, «Pina» del alemán Wim Wenders, «Tyrannosaur» del inglés Paddy Considine, «Nader y Simin» del iraní Asghar Farhadi y «The Tree of Life» de Terrence Malick. En las sesiones especiales «Le moine» de Dominik Moll, «Goerge Harrison» de Martin Scorsese, «Carrière» de Juan Rulfo, «Le chat du rabbin» de Joann Sfar, «Crazy Horse» de Frederick Wiseman o «Nochi no hi» de Hirokazu Kore-eda.