Escalada de tensión en Oriente Medio
El factor egipcio reabre la caja de pandora
El triple ataque contra objetivos israelíes en la frontera con Egipto ha provocado una escalada de los enfrentamientos en Oriente Próximo. Pero la tensión va más allá de la eterna pugna entre el Estado sionista y los palestinos y salpica a Egipto, hacia donde se dirigen ya muchas miradas.
Dabid LAZKANOITURBURU
Hacía años que Israel no sufría un ataque tan mortífero como el que, procedente del desierto del Sinaí egipcio, acabó el jueves con la vida de ocho israelíes, seis civiles -entre ellos dos mujeres-, un soldado y un policía, además de la de siete miembros del comando atacante cerca de la ciudad balneario de Eilat. El triple ataque, perfectamente coordinado, provocó la habitual reacción por parte de Tel Aviv. El ministro de Defensa, Ehud Barak, no dudó en responsabilizar a un comando que, procedente de Gaza, habría cruzado el paso de Rafah y habría entrado en Israel desde suelo egipcio.
En cuestión de horas, Israel inició sus bombardeos de represalia, que seguían ayer. De nada le sirvió a Hamas, que mantiene una tregua «de facto», negar responsabilidad alguna. Israel le culpabiliza de todo lo que ocurre en la Franja, por lo que sus Brigadas Ezzedin Al-Qassam estaban siendo uno de los objetivos de los bombardeos.
Y eso que desde el primer momento, los servicios secretos israelíes (Shin Beth) apuntaron a la autoría de los Comités de Resistencia Popular (CRP), una suerte de plataforma heterogénea de la resistencia palestina que actúa de forma autónoma y ha llegado a desafiar, sin llegar nunca al final, la autoridad de los islamistas de Hamas.
El primer bombardeo israelí de represalia descabezó precisamente a los citados comités, matando a cuatro de sus dirigentes, incluido su líder, Kamal al-Nayrab, además de a otro miliciano del movimiento y al hijo de dos años de uno de ellos.
El viejo guión de Oriente Medio se seguía cumpliendo a pies juntillas. A los siete palestinos muertos la víspera hay que sumar un niño de 13 años alcanzado ayer por un bombardeo contra un edificio de Hamas y un miliciano muerto en otro raid, lo que eleva a nueve los palestinos fallecidos en las últimas horas. Israel atacó, además, otro de sus objetivos preferidos, la única central eléctrica de Gaza, dejando sin luz a vastas zonas del superoblado campo de refugiados de la Franja.
La resistencia palestina en Gaza, que por boca de Hamas y de los CRP saludó el ataque en el borde del Sinaí, respondió lanzando una docena cohetes contra suelo israelí. Dos cohetes Grad fueron lanzados contra la localidad de Ashdod, al sur de Tel Aviv, y uno de ellos impactó en un centro religioso judío, hiriendo a seis seminaristas.
La reacción del Gobierno israelí a este contraataque no se hizo esperar. Además de amenazar con una nueva operación «Plomo Fundido» contra Gaza -que dejó más de un millar de civiles muertos a finales de 2008 y principios de 2009-, elevó a 3 el nivel de alerta (el máximo es el 4) y cerró el acceso a la Explanada de las Mezquitas.
Hasta ahí todo «normal». No obstante, la filtración ayer de la muerte el jueves de un número indeterminado de policías egipcios en el ataque de un helicóptero israelí contra un puesto fronterizo suponía la primera grieta en el guión. El Cairo protestó oficialmente ayer ante Israel por ese ataque que, según fuentes oficiales, dejó un saldo de tres uniformados muertos. entre ellos uno con rango de general. Algunas televisiones egipcias informaron de la muerte de otros dos egipcios «no identificados».
Tel Aviv se justificó aduciendo un «error» y asegurando que su objetivo era otro comando que estaría intentando infiltrarse por el paso fronterizo de Rafah.
En medio de toda esta confusión, un policía egipcio moría en la tarde de ayer y otros dos resultaban heridos por los disparos de un grupo armado en la frontera del Sinaí. Simultáneamente, otra explosión en la parte egipcia era rápidamente atribuida por las autoridades de El Cairo a «una mina».
Nervios en el Ejército egipcio
El jefe del Estado Mayor del Ejército egipcio, Sami Anan, viajó ayer mismo al Sinaí, oficialmente para investigar todas estas muertes. En paralelo, el Consejo Superior de las Fuerzas Armadas egipcias, que controla el país desde el derrocamiento en febrero del dictador Hosni Mubarak, envió refuerzos para controlar los 26o kilómetros de larga frontera con Israel.
Es un hecho que la caída del «Faraón» ha debilitado profundamente el flanco sur de Israel. La Península del Sinaí ha sido escenario en los últimos meses de media docena de ataques a un gasoducto que suministra gas a precio político al Estado sionista. También se han registrado recientemente ataques a comisarías de la Policía egipcia.
La Junta Militar egipcia en el poder anunció que se reunirá hoy con los jefes tribales de la zona para «explicarles lo peligroso de la situación y pedirles su cooperación» mientras anunciaba la detención de una veintena de personas a las que acusa de estar implicadas en esos ataques.
El jefe de la Policía del norte del Sinaí, Saleh al-Masri, aseguró que entre los detenidos hay algunos palestinos, pero reconoció, asimismo, que entre ellos se incluyen algunos miembros del grupo islamista Al-Yihad (Guerra Santa).
Precisamente, la presencia de grupos de la nebulosa de Al-Qaeda en Sinaí es un hecho, como lo es el escaso control de El Cairo a su habitualmente díscola población beduina.
Ciertamente, tampoco Gaza está libre de la penetración de las corrientes yihadistas, como quedó en evidencia hace un año cuando Hamas acabó sin contemplaciones con un clan tribal que, relacionado con la red islamista, desafiaba su autoridad en Gaza.
Ayer mismo, un grupo palestino al que se acusa de tener lazos con Al-Qaeda emitía un comunicado de aplauso al ataque contra Israel que arroja luz, o cuando menos, permite contemplar otras hipótesis. Tawheed y Yihad elogió a «los benditos brazos que han golpeado la fortaleza del vengativo enemigo judío en el sur de la Palestina ocupada» pero, importante, añadió que el ataque «manda a Israel y a sus guardias fronterizos del Ejército egipcio el mensaje de que Egipto se ha unido a la lucha contra los enemigos de Dios».
Al margen del lenguaje al uso y del habitual oportunismo de este tipo de organizaciones y más allá de las elucubraciones sobre la autoría del triple ataque de Eilat, tampoco es la primera vez que Israel sufre un ataque desde Egipto. En abril de 2010, varios cohetes fueron lanzados desde el Sinaí contra la misma ciudad balneario de Eilat y que dejaron un saldo de una persona muerta en el puerto jordano de Aqaba.
Y, pese a que no ha dudado en arremeter directamente contra Gaza, todo apunta a que Israel tiene, como mínimo, dudas. No en vano el propio primer ministro, Benjamin Netanyahu, reaccionó inmediatamente al triple atentado de Eilat denunciando un «ataque a la soberanía territorial de Israel». Extraño lenguaje para describir un «ataque terrorista palestino».
Hay quien asegura que, en todos los órdenes de la vida, la primera reacción es la que cuenta. Por ser la más sincera.