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NARRATIVA

En la piel del morlaco

Iñaki URDANIBIA

Se ve que al escritor británico le gusta ponerse en el lugar de los animales a la hora de escribir, «devenir animal» que decía Deleuze. Así, si en su primera novela era un lobo que se las pasaba canutas para subsistir debido al frío, al hambre y a la amenazadora presencia de los humanos, en la presente ocasión se mete en la piel de un toro. En la anterior novela es indudable que lo logró haciendo que el lector se viese contagiado por un sentimiento de empatía para con el animal, en ésta da la impresión de que se muestra más benévolo en lo que hace a los sentimientos animales ante las agresiones gratuitas y festivas a que les someten los humanos, por estos pagos de la piel de toro; así hay momentos en que puede parecer que el pobre torito no está muy lejos de ser un seguidor convencido de Sacher-Masoch, complaciéndose al ser castigado, no sintiendo mayor rabia cuando un metal atraviesa su piel; se da así una especie de desdoblamiento que hace que, en cierto sentido, el narrador sea dos: un animal con dos cuernos y un animal con capa y espada, entre ambos se balancea la novela, en las páginas finales, el animal sumido en una confusión torbellinesca.

La prosa del británico se mueve dentro de los límites de la más estricta precisión, lo cual no impide que las descripciones alcancen tonos líricos, al mismo tiempo que muestra una inequívoca capacidad para adentrarse en el interior de las cavilaciones del animal, propias de un etólogo o de un sicólogo animal, si bien esta última especialidad que nombro no existe, ya que, alma, lo que se dice alma (psikhé) sólo los humanos la poseen según mantienen las autoridades en la cosa que viven en Roma. Desde los tiempos relativamente plácidos en los que el animal está encajonado en un establo o a lo más es sacado a una cerca para que pueda desentumecerse del encajonamiento en el que vive y en el que es servido por un muchacho que le lleva en una carretilla la manduca, el agua, etc. A veces cuando éste se acerca le mira y se plantea en su mente (?) si embestiría al muchacho si pudiese moverse, o si lo montaría en sus lomos, o.... El animal observa el paisaje, la sequedad polvorienta de la tierra y las piedras que abundan por aquellos pagos, entregándonos unas pinceladas coloridas de lo visto, pues este toro reflexivo ve en color... También observa a otros animales que viven cerca de las vallas que le rodean...

En resumidas cuentas, en este bestiario singular que está elaborando Smith estamos ante un singular torito que no está, como el de la canción, enamorado de la luna, ni vive en «maná», y que en vez de dar muestra de su supuesta bravura, y no tener conciencia de ser preparado para la muerte como morlaco, sí parece aceptar con estoicismo el sino al que parece estar destinado para ser sometido a todo tipo de salvajadas; sí que hay sangre y dolor pero queda en pálido reflejo del verdadero y sistemático castigo. Desde luego se ve que el escritor no pertenece a PETA y el comportamiento del toro responde más a la visión cartesiana del animal-máquina.

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