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ENTREVISTA | Miguel Gutiérrez Garitano, escritor y periodista

«El petróleo ofrece inmunidad»

 
Juanma COSTOYA

La experiencia en Guinea Ecuatorial de Miguel Gutiérrez Garítano se condensó en su obra «La aventura del Muni», libro que mereció el Premio Internacional de Literatura de Viajes Camino del Cid en su edición del 2011.

El colonialismo tenía una cara científica y fraternal y otra comercial y rapaz. ¿Dónde queda Iradier en este movimiento?

Antes de su segundo viaje a Guinea, Iradier deja escrito que lo que ocurra más tarde en el país será responsabilidad suya. Aunque una mayoría de exploradores decimonónicos se movía más por un afán de conocimiento que por intereses pecuniarios lo cierto es que sabían que tras ellos venían los comerciantes y los religiosos a explotar y aculturar. Tuvieron su responsabilidad en lo que sucedió después e Iradier no es una excepción.

¿Cuáles son las motivaciones de un joven gasteiztarra para seguir los pasos de Iradier en Guinea?

Decía el explorador de la Antártica Apsley Cherri-Garrad que explorar es «la expresión física de una profunda inquietud intelectual». Yo tenía curiosidad, me fui a buscar biografías, historias humanas, respetables y mezquinas, y encontré mucho de ambas.

Iradier, ¿entre el loco y el genio hay una frontera difusa?

Desde luego, ser excepcional conlleva ser un inadaptado. Suelen ser personas que conceden importancia a cosas demasiado complejas para el resto de los mortales. Viven de sutilezas, pequeñas observaciones, conquistas en el campo del saber... La gente está más pendiente de otras cosas, como el fútbol o los cotilleos.

¿Las riquezas naturales son una de las causas de la asoladora pobreza africana?

Es una de ellas, pero no la única. Guinea produce 300.000 barriles de crudo al día y posee medio millón de habitantes. Los guineanos podrían vivir como suizos. Un puñado de personas del entorno de Obiang, «el clan Mongomo», se queda con todo; el resto va a China y a Occidente. ¿Quién es el culpable? Evidentemente hay nombres y apellidos concretos, pero todos, negros, blancos y amarillos, lo somos un poco.

Han pasado seis años desde su vuelta de Guinea ¿El tiempo ha tamizado sus impresiones sobre el país africano?

Para mí evocar Guinea equivale a recordar frondas tropicales, selvas tupidas y aventura. Tengo la impresión desasosegante de que parece que la dictadura de Obiang ha dejado de existir en los foros internacionales. Su imagen ha mejorado en estos últimos años. Parece evidente que el petróleo ofrece inmunidad y perdón.

¿Corren malos tiempos para los derechos humanos en Guinea?

Nunca han sido buenos pero ahora al amparo de la crisis internacional todo se envilece.

¿La novela negra es el género que mejor se ajusta a la realidad de Guinea Ecuatorial?

Hay un ensayo de Albert Sánchez Piñol, «Payasos y Monstruos», que retrata muy bien esta realidad. Él habla de los dictadorzuelos africanos como Mobutu, Idí Amín, Francisco Macías o Teodoro Obiang. Se daban a sí mismos títulos como «Milagro Único», «Señor de Acero» o «Emperador de las Bestias de la Tierra y de los Peces del Mar», eso mientras asesinaban a gente sin freno. Si no fuera tan trágica la historia de África, a veces parece una tragicomedia.

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