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Los tres mosqueteros: «Todos para uno...»

El próximo mes se estrena en nuestras pantallas una nueva relectura de «Los tres mosqueteros» dirigida por Paul W. S. Anderson («Resident Evil»). Respaldado por un lujoso muestrario de efectos especiales, un selecto reparto y la inevitable presencia del 3D, el cine vuelve a desempolvar las espadas que imaginó el escritor Alejandro Dumas.

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Koldo LANDALUZE | DONOSTIA

Cada vez que alguien le reprochaba la inclusión de algún anacronismo histórico en sus novelas, Alejandro Dumas se defendía esgrimiendo la siguiente frase: «Ya sé que violo a menudo la historia, pero le engendro hijos muy interesantes». Buen ejemplo de ello es uno de sus personajes más recordados, D'Artagnan. Siguiendo los cauces paralelos de la realidad y la ficción, descubrimos dos obras que versan sobre este célebre espadachín que habitó la corte de Ana de Austria y que puso su espada al servicio del joven monarca Luis XIV: «D´Artagnan, capitaine des musquetaires du roi, historie veridique d´un héros de roman» (1912), escrito por Charles Samaran y «Le vrai D´Artagnan» (1963) firmado por un descendiente directo del protagonista, Montésquieu-Frezenac.

Para acometer la creación de su inmortal personaje, Dumas se basó en unas memorias apócrifas de Gratien Courtilz de Sandras y siguiendo al dictado lo que en ellas estaba escrito, desarrolló un perfil muy acorde con la época y los hechos que relata la trilogía «Los tres mosqueteros», «Veinte años después» y «El vizconde de Bragelone». Con la ayuda de su fiel colaborador Auguste Maquet, el escritor hizo acopio de una gran cantidad de material histórico que tuvo en las memorias de Courtilz su principal fuente de inspiración. Como anécdota cabe reseñar que los tres tomos que componían estas memorias apócrifas -editadas en Colonia en el año 1700- y que fueron consultadas por el escritor, jamás fueron devueltos a su lugar de origen; la biblioteca municipal de Marsella. Se sabe que Courtilz conoció muy bien al verdadero D´Artagnan ya que, además de haberlo tratado en persona, compartió muchas confidencias durante su reclusión en la Bastilla con su gobernador François de Montlezau, compañero de armas de D´Artagnan en el mismo regimiento de mosqueteros reales.

Dumas no sólo extrajo de estas memorias el perfil de D´Artagnan, de ellas tomó prestados diversos nombres históricos entre los cuales eligió a tres que le llamaron la atención poderosamente debido a su sonoridad, Athos, Porthos y Aramis. Años más tarde, diversos estudios dictaminaron la existencia real de estos tres personajes que para Dumas, curiosamente, no eran más que simple ficción. El nombre de Athos proviene de un pequeño pueblo situado cerca de Sauveterre-en-Bearn, territorio que perteneció a Armand de Sillègue, señor de Athos, y mosquetero real desde 1640. Su fallecimiento está datado en 1643 y se cree que fue a resultas de un duelo por que su cuerpo amaneció sin vida en Pré-aux-Clercs, lugar en el que se celebraban los duelos de honor a pesar de los estrictos bandos dictados por el cardenal Richelieu. En cuanto a Porthos, su nombre proviene de Isaac de Portau, quien se alistó en la guardia real de mosqueteros un año después de la muerte del señor de Athos y, por último, Aramis era en realidad Henri d´Aramitz, quien ejerció de mosquetero al mismo tiempo que Athos, y fue sobrino de Treville, capitán de la compañía de mosqueteros en la que prestaban sus servicios los tres personajes imaginados por Dumas.

En cuanto al héroe principal, su nombre real era Charles de Baltz-Castelmore y, debido a sus propiedades, también era conocido por D´Artagnan y de Montesquieu. Al parecer nació entre los años 1615 y 1620 -diez años más joven que los que aparenta el protagonista literario- en el castillo Castelmore, cerca de Lupiac. Abandonó muy pronto su Gascuña original y emprendió rumbo a París en busca de nuevas emociones. El verdadero D´Artagnan jamás esgrimió su espada durante el mandato del monarca Luis XIII, sino durante la Regencia y los primeros años de Luis XIV. Entre los años 1640 y 1641 formó parte del cuerpo de élite militar llamado Compañía de Guardias del rey y participó en las campañas del Rosellón. En Gran Bretaña ejerció labores de espionaje para el cardenal Mazarino y a su regreso participó en las campañas de Flandes. En 1667 tomó el relevo del duque de Nevers y fue nombrado capitán de mosqueteros.

Seis años más tarde, su nombre adquiriría gran relevancia gracias a una gesta que muchos pueden tildar de heroica y otros de estúpida. Ingleses y franceses, aliados contra Holanda, sitiaban Maestricht. Mientras se desarrolla la batalla, se abre una brecha muy estrecha en la muralla y llega el momento de asaltar la ciudad aprovechando esta abertura. D´Artagnan se atusa el bigote y solicita el honor de avanzar el primero porque «un francés no puede hacer otra cosa que preceder a los oficiales ingleses, que no son más que invitados del rey de Francia». Dicho y hecho, D´Artagnan se pone a la cabeza de su regimiento de mosqueteros, grita «¡Dios salve al rey de Francia!», se lanza a la carga y una bala de mosquete le atraviesa la garganta. Descanse en paz. Años más tarde, su sobrino Pierre de Baltz, retomaría el legado de su ilustre tío y sería conocido como «D´Artagnan le petit».

Al contrario del D´Artagnan literario, el verdadero era un reconocido mujeriego y un jugador empedernido y sus gestas en el campo de batalla no impidieron que sus deudas cotidianas fueran cuantiosas. Se casó con una viuda rica, de la cual se divorció ya que ella terminó asqueada y celosa de las constantes aventuras de alcoba que su marido compartía con ricas acaudaladas de las que obtenía el dinero que requerían sus constantes y costosos caprichos. Mientras un D´Artagnan vestía uniformes con botonaduras de oro y plata, contaba con dos espadas con la guarda de oro y puño de latón, visitaba fastuosos salones versallescos, cortejaba a toda aquella que tuviera buenas rentas y moría a resultas de una bala absurda, el otro se labró su propia leyenda a golpe de espada en compañía de tres mosqueteros y moría a las puertas de una fortaleza esgrimiendo mando de mariscal.

El cine, siempre ávido de historias ajenas, no ha dejado pasar la oportunidad de perpetuar la leyenda literaria de D´Artagnan en multitud de películas que, con desigual fortuna, han reinventado los originales de Dumas. Entre las más destacadas figuras, la muy original propuesta que dirigió George Sidney en el año 48. Envuelta en el glamour dorado de la Metro, esta película es un auténtico festival de danza y esgrima gracias a las magníficas y muy ingeniosas coreografías de unos duelos gobernados por completo por un pletórico Gene Kelly, que combinó con acierto sus dotes de bailarín con el toque romántico de los mandobles. Además de Kelly, merecen ser recordadas las presencias de una brillante Lana Turner en su rol de pérfida Milady de Winter y un Vincent Price que engrosó su listado de personajes villanos dando vida al cardenal Richelieu. Entre las versiones más curiosas figuran el musical dirigido por Allan Dwan en el año 39, con Don Ameche dando vida a D´Artagnan y a los hoy olvidados «Ritz Brothers» haciendo lo propio con Athos, Porthos y Aramis, la caricaturesca apuesta de Cantinflas -mucho más diestro con la lengua que con la espada- y la versión de dibujos animados infantil «D´Artacan y los tres mosqueperros».

Lejos de agotarse el filón dumasiano, la Industria siempre ha encontrado una excusa para desempolvar los floretes y los sombreros emplumados y construir envoltorios comerciales como el dirigido por Stephen Herek en el año 93 y con el cual se quiso perpetuar la apuesta de «Arma joven» -western basado en las andanzas de Billy el Niño protagonizado por algunos de los actores jóvenes más cotizados del momento- otorgando los roles principales a Chris O´Donnell, Charlie Sheen, Kiefer Sutherland y Oliver Platt. No menos decepcionante fue «El mosquetero», filmada por el artesano Peter Hyams («Atmósfera Cero») en el año 2001 esta propuesta pretendía seguir la exitosa estela que poco antes había logrado Ang Lee con «Tigre y dragón». Este intento por fusionar el género wuxia con el cine clásico de capa y espada se tradujo en un híbrido poco estimulante que traicionaba el original literario de Dumas y otorgaba pleno protagonismo al espadachín D´Artagnan interpretado por el soso Justin Chambers.

En un intento por inaugurar una nueva franquicia literaria, la Industria británica ha decidido retomar a los célebres mosqueteros en una superproducción dirigida por Paul W. S. Anderson -autor de varias entregas de la saga «Resident Evil»- en la que predominan unos efectos digitales herederos de las revolucionarias técnicas utilizadas por los hermanos Wachowsky en «Matrix» para llevar a cabo las coreografías de los duelos y la inclusión de globos aerostáticos armados. Logan Lerman (D´Artagnan), Luke Evans (Aramis), Ray Stevenson (Porthos) y Matthew Mcfayden (Athos) son los encargados de dar vida a los mosqueteros y, en el bando de los villanos, topamos con Orlando Bloom (Duque de Buckingham), Milla Jovovich (Milady de Winter) y Christoph Waltz (cardenal Richelieu). En pleno siglo XXI y a pesar de las constantes reinvenciones que ha padecido el texto original, cuatro espadas se entrecruzan para unirse en un grito de batalla compartido «Todos para uno y uno para todos».

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