«Bilbao es una ciudad que aúna lo más moderno con lo clásico»
Mikel PASTOR | BILBO
«Bienvenidos al gran espéctaculo del circo!». Sonidos, luces, saltos, animales salvajes y domésticos, magos... todos ellos dirigidos por Daniel Chen, el locutor, el encargado de unir las actuaciones, de engrasar la maquinaria para que todo funcione bien.
Ése es el principal cometido de nuestro protagonista, aunque no el único. «Además de presentar, conduzco camiones, doy de comer a algunos animales, me encargo de que todo vaya bien...» Un comodín en toda regla.
Reconoce que está algo triste porque su trabajo le «absorbe» y no le deja demasiado tiempo libre, y que le gustaria «poder disfrutar algo mas de Bilbao y de sus fiestas», es decir, de una ciudad que «combina perfectamente lo moderno con lo antiguo».
Algunos compañeros, más veteranos en estas lides, le relatan «auténticas maravillas» de la villa, tanto de «su evolución como ciudad» como de la «fidelidad de su público».
Preguntado por el papel que desempeña el circo en el maremagnum festivo, responde sin dudar que «aporta otro componente más, de ilusión, de diversión». Aunque no exclusivo, entiende que «podemos ser una alternativa festiva, otra manera de pasar las fiestas», aunque siempre siendo «una opción más» de Aste Nagusia.
Es evidente que el Circo Mundial se ha convertido en todo un clásico de las fiestas. No en balde lleva mas de veinte años en el parque Etxeberria haciendo las delicias de mayores y pequeños.
Chen señala que las razones son «el cariño con el que nos trata el público y la increible manera en la que responden año tras año».
Centrándonos en su persona, reconoce que el amor por el mundo circense procede de su familia. De casta le viene al galgo, que se suele decir. Su padre, propietario de un circo, «fue el que me enseñó todos los trucos y recovecos de esta profesión», explica.
Cuando el negocio familiar echó el cierre, Daniel Chen tuvo que buscarse la vida. «Después de ir de un lado para otro, aterricé en el Circo Mundial», una experiencia que se tradujo en «una de mis mejores decisiones. Aquí estoy contento y me siento más valorado que nunca», manifiesta.
Nos enseña el circo. Jóvenes aprendices de malabarista y quinceañeros dando saltos mortales, ya que «este oficio pasa de padres a hijos». A veces éstos no toman el mismo camino que sus progenitores, aunque en esos casos «se les busca otra función u otro espéctaculo para actuar que le guste mas». Todo queda en familia.
Precisamente así, como «una gran familia», es como define Chen la plantilla del Circo Mundial. Y como en todas las estructuras similares, reconoce que «hay relaciones más complicadas, hay conflictos», aunque «la cordura siempre acaba imponiéndose», por lo que «no suele haber ningún tipo de problema en la convivencia» alrededor de la carpa.
El circo, al contar con artistas provenientes de todo el mundo, se convierte en una auténtica torre de Babel andante. «Por fortuna, todos los técnicos y artistas que estamos aquí manejamos dos o tres idiomas», por lo que la comunicación, de una manera o de otra, suele ser fluida. «Con los rusos acabo hablando en inglés y con algunos franceses en italiano», comenta jocoso nuestro protagonista, portugués de nacimiento, aunque de madre hispana. «En castellano, portugués, italiano, inglés, la verdad es que yo no tengo problemas para comunicarme», constata Daniel Chen.
Por encima de lenguas y edades, de paises y de culturas, la magia del circo volverá a recorrer un año más Bilbo en plena Aste Nagusia.