Gargantúa no pudo reencontrarse con Marijaia por los recortes de Azkuna
Ya lo dijo el alcalde en el txupinazo, «viene un año muy duro». Quienes ayer lo sufrieron en primera persona fueron los cientos de txikis que se acercaron hasta Moyua para disfrutar de la bajada de Gargantúa al Arenal y reencontrarse con Marijaia. Cuál fue su sorpresa al ver que el cortejo sólo lo componían txistularis, gaiteros y ocho gigantes. Son los efectos del recorte presupuestario que afecta a quienes no pueden que quejarse más que a sus progenitores.
Agustín GOIKOETXEA | BILBO
Hay actos del programa de Aste Nagusia inamovibles y que perduran por el simbolismo que atesoran. El primer domingo, tras el bullicio, en esta ocasión sofocante, del txupinazo, los txikis son los verdaderos protagonistas de la jornada, con la apertura del Txikigune, el vistoso desfile de la Ballena y el simbólico reencuentro entre dos iconos festivos del Botxo, uno con 157 años de historia a través de sus diferentes reencarnaciones, Gargantúa, y otra con 33 agostos, Marijaia, acompañados de la comparsa de gigantes y cabezudos.
Son décadas en las que tan sólo imponderables, consecuencias de las inclemencias meteorológicas, han impedido al grandullón que ideara en 1854 el bombero Antonio Etxaniz desfilar por la Gran Vía, tirado por una pareja de bueyes, hasta el olimpo festivo del Arenal. En el cortejo siempre han estado las parejas de gigantes de las que dispone el Consistorio bilbaino.
El acontecimiento atrae año tras año a cientos de personas, muchos txikis, pero también a turistas que visita la villa. Ayer, no hubo Gargantúa, a pesar de que ha sido una tradición. La verdad es que con Iñaki Azkuna de alcalde se han llegado a cambiar las fechas de Aste Nagusia, de la Feria de Santo Tomás y hasta la mismísima llegada de Olentzero.
No se había anunciado públicamente y en el programa festivo no se recoge expresamente, pero lo cierto es que fueron muchos los que ayer acudieron a la Gran Vía, junto a la Plaza Moyúa, para reencontrarse con un personaje que acandila a bilbainos de todas las edades. El único contacto que podrán tener los txikis con Gargantúa es con el que se instala en el Txikigune, en el muelle de Ripa, que ayer no paró de engullir a infantes. A los encargados de su mantenimiento, para que les sirva de advertencia: le hace falta una capa de pintura, porque presenta un aspecto deplorable.
El otro, el que diseñara Juan Ignacio Urbieta, debió quedarse a la sombra en las instalaciones municipales de Elorrieta. Los argumentos expuestos por fuentes del Consistorio para justificar la ausencia del traganiños rozan el esperpento, aunque no tienen mucha importancia cuando se frustra la ilusión de cientos de pequeños, que se quedaron con las ganas.
No hay quien los baile
El cortejo festivo se limitó por tanto a decenas de txistularis y gaiteros que acompañaron a cuatro parejas de gigantes y a los cabezudos en su paseo por Gran Vía hasta adentrarse a través del puente del Arenal en el Casco Viejo.
Pero tampoco estuvieron todos. El Inglés y La Bilbainita, El Ferrón y La Carguera, y Zumalakarregi e Isabel II no vieron ayer la luz. Fueron sus compañeros de comparsas El Marino y La Carguera, El Aldeano y La Aldeana, Don Terencio y Doña Tomasa, y Pitxitxi y Mina los que participaron en el cortejo. Desde Bizkaiko Dantzarien Biltzarra se explicó que no disponen de sufientes personas para bailar a los catorce gigantes y, por eso, sólo salieron ayer ocho.
Después de la kalejira, la comitiva finalizó junto al acceso al claustro del Museo Vasco, donde esas parejas de gigantes construidos en 1988 por Juan Ignacio Urbieta -a excepción de Pitxitxi y Mina, que son de 1998- pasaron a la exposición que se ha organizado en Aste Nagusia, junto a cinco de las parejas que Pedro Goiriena construyó en 1980: El Ferrón y La Cigarrega, Zumalakarregi e Don Terencio, El Marino y La Carguera, El Aldeano y La Aldeana, así como el El Inglés y La Bilbainita.
Para entonces, el muelle de Ripa estaba en plena ebullición por el sol de justicia que castigaba al Txikigune en la segunda jornada sofocante en la villa. Pregonero y txupinera, acompañados por una amplia nónima de corporativos ávidos de «chupar» cámara, inauguraron el área dedicada a los txikis y relacionado con los bosques,
En su decimosegundo aniversario, Txikigune dispone como novedades de una txiki plaza, un punto de información; el txikipasaporte, con el que se incentiva la participación; nuevos talleres y divertidos galtzagorris.
El skate se ha sumado a la oferta comparsera de Aste Nagusia, ampliando las actividades y rompiendo con la imagen de que los agentes festivos impulsan sobre todo programación nocturna, conciertos musicales.
Ayer, una escuela de skate sirvió para que los txikis se iniciasen en esa práctica o mejorasen los conocimientos que tienen. En la sobremesa, llegó la exhibición de aquellos que ya tienen mucha experiencia, lo que hizo las delicias de pequeños y mayores.
Fueron algunas de las iniciativas, ya que hubo también en los diferentes espacios del recinto de txosnas pesca-carpa en balde, rocódromo, taller para pintarse la cara, cuentacuentos con Apika, diversas comidas de confraternización... un menú de lo más completo.
La txalaparta fue otra de las protagonistas con taller y fiesta.
A.G,