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Álvaro Cuadra Investigador y docente de la Escuela Latinoamericana de Postgrados

El anti-modelo

Habrá que recordar el Acuerdo de Gernika, aceptado no sólo por los partidos políticos participantes en la coalición electoral Bildu, sino también por otros partidos, sindicatos y organismos sociales

Hace algunos días, el primer mandatario de la República de Colombia pretendió halagar a su anfitrión, el presidente señor Sebastián Piñera, afirmando que este país era un «modelo» para toda la región y que su deseo era que su país se pareciera Chile. Los dichos del presidente señor Juan Manuel Santos no parecen ser los más felices y apropiados en el actual contexto político y social que atraviesa nuestro país.

Como se sabe, la sociedad chilena está siendo sacudida por un profundo malestar ciudadano que se ha manifestado cada semana desde hace meses: marchas estudiantiles, huelgas de trabajadores, cacerolazos y, en el horizonte, un paro nacional. Cabe preguntarse qué quiere imitar el presidente colombiano. El llamado «modelo chileno» ha entrado en una crisis profunda debido a su incapacidad para generar condiciones de equidad y prosperidad para la amplia mayoría de ciudadanos.

Chile es una economía que ha multiplicado sustantivamente la riqueza de las grandes empresas nacionales y extranjeras. Sin embargo, al mismo tiempo, ha creado una pobreza escandalosa e inaceptable para los más. La privatización de la educación, la salud y la previsión social, sumado a salarios miserables, ha dejado inermes a todos los asalariados frente a un mercado voraz e implacable y a un Estado ausente o debilitado. Mala noticia para los colombianos, su presidente quiere imitar un modelito neoliberal que enriquece a unos pocos y empobrece a la gran mayoría. Pareciera que el presidente Santos no entiende que las protestas en Santiago y otras ciudades de Chile son el resultado, precisamente, de esta política de depredación puesta en marcha por el dictador Augusto Pinochet y que ha sido mantenida hasta el presente.

Acaso el presidente de Colombia admira el perfil autoritario de la democracia chilena, todavía regida por una constitución redactada de espaldas a la soberanía popular en tiempos de dictadura. Llevado por la emoción, el presidente Santos ha señalado que quisiera imitar a Chile porque en este país «se hacen las cosas bien». Cabría preguntarse si se refiere a los índices de desigualdad social, al lucro en la educación, a la impunidad, al escaso gasto social de parte del Estado o a los estándares anti-democráticos en que se desenvuelve la vida nacional.

Cualquier examen desapasionado del Chile actual pone en evidencia un «anti-modelo» que hemos padecido por décadas y que sólo trae para las mayorías bajos sueldos, endeudamiento y pérdida de derechos básicos. El «anti-modelo chileno» sólo se sostiene en condiciones de corrupción anti-democrática y con una dosis creciente de represión. En la actualidad, la movilización ciudadana de estudiantes, maestros y trabajadores es la mejor evidencia del estrepitoso fracaso político, social y económico del experimento neoliberal incubado al amparo de la bota militar.

© Alai-AmLatina

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