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Artemio ZARCO | ABOGADO

El sistema

Tras analizar el rescate griego en su anterior artículo, el autor defiende que esa medida se trata de algo transitorio que asienta las bases de una nueva quiebra, algo que forma parte de una comedia que puede perfectamente convertirse en tragedia. Se centra en la compra de armamento que Grecia ha incrementado, en los vendedores, y con las «mismas arcadas» se pregunta qué hacer y hacia dónde ir. Ante tanta fechoría, analiza desde la simpatía y la esperanza el significado y las implicaciones de los nuevos movimientos de protesta que se están multiplicando, para concluir mostrando su total acuerdo con un mensaje que ha brotado: «No es una crisis, es el sistema».

Mi artículo anterior (24/7/11) llevaba por título y como tema el del rescate. El rescate económico destinado a salvar de la crisis financiera a Grecia. Llegábamos a la conclusión de que ese rescate era una impostura difundida en el más grande de los escenarios, el que comprende a la tierra en su inmensidad y en el sentido de que al rincón más perdido llegó la noticia a través de los modernos medios de comunicación.

En esa gigantesca mentira los papeles están cuidadosamente repartidos desde el principio y a la medida: los gobiernos ejercen de preocupados por el bienestar de sus ciudadanos, los bancos hacen el papel de los malos y de los poderosos que contribuyen a mantener la zozobra social hasta donde ésta resulte provechosa.

Esta distribución de funciones es puro teatro. Buenos y malos están totalmente de acuerdo en representar su papel para que la tragedia tenga sentido y los espectadores se asusten de verdad.

Decíamos y repetíamos que cuando los gobiernos europeos por el conducto del FMI, acuden, por citar el caso con el que más se están abanicando el ego, al rescate de Grecia, es incierto que lo hagan para salvarle de la miseria. Lo hacen para que pueda pagar a los Bancos acreedores franceses y alemanes principalmente. Solo que se trata de algo transitorio. Grecia se habrá salvado de la quiebra y los Bancos serán felices, pero solo por un tiempo porque las bases de una nueva quiebra se establecen en el mismo momento de la ayuda.

Acabo de decir que los actores que intervienen: políticos, banqueros y especuladores, con la excepción del pueblo, están totalmente de acuerdo en interpretar unos papeles que en su conjunto forman parte de una comedia que se puede perfectamente convertir en tragedia. Al modo de los tiempos de los grandes dramaturgos: Sófocles, Esquilo... los actores se ponen las máscaras que les corresponden: los políticos las del rostro preocupado, el jefe del gobierno griego la del rostro demudado, el FMI la del rostro del gran oráculo, los banqueros las de los rostros de los usureros. Pero si al final de la representación se quitan las mascaras aparecerán en todos con repetición clónica el mismo rostro verdadero, el de quienes se aferran al asiento que les mantiene apretando sus mandíbulas en un acto de afirmación irrevocable. En este gran espectáculo el pueblo participará al modo de los coros griegos con sus máscaras de gentes sorprendidas de lo que está ocurriendo. Cuando al terminar la representación se las quiten sus rostros estarán deformados por la indignación.

Con honradas excepciones, los medios nos cuentan solo parte de lo que está ocurriendo. Nos cuentan solo aquello que por lo que sea se ha convertido en la versión oficial, universal, ocultando, silenciando o desconociendo otros extremos que constituyen las circunstancias agravantes y que merecen condenas reforzadas.

Siguiendo con Grecia nos han ocultado, al menos a mí, que una parte importante de la deuda que asfixia a su ciudadanía proviene de adquisiciones de armamento.

Lo que ya sabíamos que era un despilfarro del Gobierno griego al borde del abismo económico, se convierte al levantarse la punta del velo a través de una paciente búsqueda en internet, en un despilfarro destinado a la industria de la guerra. Esto es, no sólo se trata de especuladores insaciables. Además asoma el feo rostro de los que de la muerte de los pueblos hacen su negocio. El Gobierno griego además de pésimo administrador del bienestar de los suyos se está arruinando para un largo futuro invirtiendo en armamento como si históricamente alienada quisiera recordar que fue en el pasado homérico una talasocracia.

El famoso Daniel Cohn-Bendit del Mayo francés ha pasado de las barricadas de París a europarlamentario de Los Verdes. En julio tuvo una intervención en el Parlamento europeo con motivo de la ayuda económica a Grecia en la que denuncia que una parte importante de la deuda griega proviene de las compras de los militares que especifica en su intervención con toda precisión. Transcribimos:

En los últimos meses, Francia ha vendido seis fragatas a Grecia por 2.500 millones de euros. Helicópteros por 400 millones. Rafale de combate (¿baterías?) por 100 millones cada uno. No pudo precisar si fueron 10, 20 o 30. Y Alemania le ha vendido a Grecia seis submarinos por 1.000 millones.

Termina diciendo Cohn-Bendit: «Somos completamente hipócritas. Les damos dinero para que compren nuestras armas».

Es así como a través de las rendijas de la información nos enteramos de que la muerte sigue siendo otro de los grandes negocios de los bancos y especuladores. Otra vez nos acometen las mismas arcadas ¿Qué hacer? ¿Hacia dónde ir? ¿Volver otra vez a escucharles repetir lo que ya conocemos? ¿Seguir participando de forma mecánica en las urnas y legitimarlos en sus fechorías, en sus incompetencias, en su parasitismo? Pero no es el momento de abandonar. Ha surgido de pronto desde dentro del pueblo, un movimiento de crítica y de resistencia, de denuncia y de rebeldía que pueden constituir el principio de sociedades o de culturas decididas a mantener frente a los depredadores políticos actuaciones que den sentido a lo que se conoce por opinión pública, o lo que es parecido, a lo que se puede conocer como conciencia pública de su derecho a existir, a actuar y a exigir responsabilidades a quienes pongan en peligro esa existencia.

La prensa nos trae noticias de ese embrión de la opinión pública, de la conciencia pública que se conoce por «Movimiento 15-M» o de «los indignados» o «Democracia Real Ya», que empieza a conectarse con otros movimientos similares en París, Amsterdam o Berlín.

De su última intervención en la Puerta del Sol de Madrid (23/7/2011) han brotado mensajes inspirados en principios auténticos y democráticos: «No nos representan», «esto no hay quien lo pare», «no es una crisis, es una estafa»; pero a mí me parece la más acertada de esas proclamaciones la que dice: «No es una crisis, es el sistema». No cabe en menos palabras situar el punto nuclear del tremendo problema del que depende nuestro futuro. No se puede decir a los políticos profesionales que nos aturden diariamente con sus chácharas a través de los medios que pagamos nosotros, no se les puede decir con mayor elocuencia y ahorro de expresión: «Dejen ustedes de reñir, los del PP y los del PSOE; esas broncas de vecinos que comparten propiedades públicas, no nos interesan» y otrosí: «Dejen ustedes de hacerse los buenos que vienen de salvadores y que nos van a rescatar de los malos, de los bancos y de los especuladores con quienes ustedes comparten el botín». «A ver si se enteran que no es una crisis, es el sistema de un capitalismo incontrolado que ha hecho de la codicia y de la avaricia las virtudes teologales del monstruo».

En el ínterin, Zapatero, después de haber repetido hasta dejarnos K. O. de aburrimiento que agotaría la legislatura y que eso era bueno para superar la crisis, nos viene ahora con que adelanta las elecciones al 20 de noviembre ¿Y esto qué es? ¿Bueno, malo o peor? ¡A saber! Mejor que no lo aclare. No soportaría otra de sus referencias al buen talante con el que le gusta hacer las cosas si se considera lo poco que le luce.

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