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Dabid LAZKANOITURBURU | Periodista

Dos posibles escenarios, a cual peor


Enfrentada a crecientes dudas internas por el coste y la eficacia de los bombardeos, la OTAN decidió cortar por lo sano y abrir a los rebeldes el pasillo hacia Trípoli.

El horno de las economías occidentales no está para bollos y el goteo diario de dinero para destruir Libia -lanzar bombas es caro- había abierto brecha a las recriminaciones entre los aliados sobre los distintos grados de implicación en el operativo y en su financiación.

Si a ello sumamos que los rebeldes han mostrado en estos cinco meses de guerra una incapacidad total para avanzar en el frente, sólo había dos soluciones. O la marcha atrás, lo que habría dado la razón a los que desde el comienzo de la crisis defienden una salida negociada, o el salto adelante.

Y en estas últimas estamos. Pero una cosa es entrar en Trípoli y cantar victoria, y otra muy distinta lograrla. Sobre todo si el enemigo se niega a rendirse y mantiene, aún, abiertos todos los frentes de guerra.

Dos son los posibles escenarios en Libia. El primero confirmaría que asistimos a los estertores del régimen de Gadafi, lo que abriría una nueva fase de la guerra, pero a la inversa. En la que los rebeldes serían régimen y el régimen se tornaría guerrilla. Malo para los libios, pero bueno para justificar la instalación de bases aliadas en el país norteafricano, «invitadas» por el nuevo régimen.

El segundo, más preocupante para la OTAN, estaría caracterizado por un empantanamiento de la guerra que forzaría una intervención terrestre con todas las de la ley.

Ya lo decíamos en la edición de GARA del 22 de marzo, justo cuando caían las primeras bombas: «La improvisación nunca ha ganado guerras». Pues eso.

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