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Eritreos huyen de una sequía que, según el régimen del país, no existe

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En el campo de refugiados en Endabaguna, situado en el norte de Etiopía, los eritreos desesperados por la situación que viven intentan como último recurso cruzar la frontera y esquivar las patrullas para huir de una sequía que el régimen insiste en negar una y otra vez.

Más de 12 millones de personas en el Cuerno de África están afectadas por la gran sequía, pero Eritrea es el único país de la región que niega la existencia de una crisis humanitaria en su territorio.

«Este año he cultivado, pero apenas a llovido. No sé qué va a pasar, sólo Dios lo sabe», afirma Mehreteab, uno de los refugiados que arriesgó su vida atravesando la frontera, dejando a su esposa y sus tres hijos atrás.

«No hay alimentos ni semillas en mi casa. No tengo ni idea de qué va a pasar con mi mujer e hijos«, añade preocupado.

Las autoridades de Eritrea, por su parte, niegan cualquier escasez en el país, «esas tonterías sobre una sequía oculta en Eritrea son completamente ridículas», afirmó el Ministerio de Información en un comunicado la semana pasada.

Los campamentos de refugiados en el norte de Etiopía, entre ellos el de Endabaguna, han recibido un promedio de 900 nuevos refugiados eritreos en un mes desde el comienzo del año, en su mayoría hombres jóvenes que huyen del reclutamiento obligatorio a partir de los 16 años y donde el salario es una miseria.

Las Naciones Unidas estudian en la actualidad la posibilidad de reforzar las sanciones contra Eritrea, uno de los países más herméticos del continente y recurrentemente acusado por actividades de desestabilización de la región, como el apoyo a los insurgentes somalíes.

De acuerdo con las imágenes de satélite del sistema de alerta contra el hambre, un programa financiado por la agencia de EEUU para el Desarrollo Internacional (USAID), Eritrea no ha sido precavida ante la falta de precipitaciones que se estima que este año ha sido mayor, el 10% de lo que suele ser habitual.

Pero en un país diplomáticamente aislado y cerrado a los medios de comunicación occidentales y a los organismos humanitarios, es muy difícil de cuantificar la magnitud de la crisis humanitaria.

«Es un agujero negro para nosotros. No sabemos lo que está pasando», dice Matthew Conway, portavoz de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) en Nairobi. «Pero eso no quiere decir que no pasa nada», se apresura a añadir.

Además de las sequías recurrentes, Eritrea, al igual que sus vecinos, ha sido duramente golpeada por el encarecimiento de los alimentos.

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