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Dani Maeztu | Parlamentario de Aralar en Gasteiz

Nadie se acordó de ti, Mycola

Este tipo de violencia, aunque mata año tras año a muchos trabajadores, no acapara titulares, ni discursos de políticos, ni comisiones parlamentarias

Las obras del TAV en Euskadi siguen adelante. Pese a la labor que los opositores hemos llevado a cabo en diversos frentes, se siguen silenciando las mentiras, los errores y las ilegalidades en torno a este proyecto que no servirá para mejorar la calidad de vida de la mayoría de la ciudadanía vasca.

Seguimos escuchando que el tren transportará mercancías, sin aportar un solo dato válido que avale este argumento; se sigue deteriorando brutalmente el entorno natural, afectando el medio de vida rural que durante siglos nos ha mantenido; y se sigue haciendo la vista gorda a las irregularidades del proceso y al impacto medioambiental irreversible que sufrirá nuestro entorno. Todo para «137 que a diario utilizarán cada una de las estaciones del TAV», según la última información que se ha publicado al respecto.

A todo ello se le une el oscuro proceso de construcción de la macro-obra. Pongámonos a soñar: quizás en el 2030, lleguen los turistas japoneses a las cercanías de la catenaria en Eskoriatza (un bello paraje y entorno natural), para visitar ese vestigio del «super-tren» que nunca fue, porque nuestros dirigentes se dieron cuenta de que su precio era demasiado alto para tan poco beneficio. Entonces, en el 2030, se les explicará que aquella obra pública faraónica diseñada por políticos capitalinos y ebrios de bonanza consumis- ta/capitalista, enfermos de la fiebre del ladrillo y del cemento, hubo de costar algunas vidas de obreros, llamados a trabajar en condiciones laborales que no cumplían los convenios provinciales del sector.

Y volviendo a la actualidad, ese coste en víctimas mortales que se cobra el TAV ni siquiera se recuerda. El pasado 29 de julio se realizó el cale del túnel de Albertia, el más largo del TAV, en el tramo Legutio-Eskoriatza. Acudieron al feliz día las diversas «autoridades», entre ellas el señor Cabieces, delegado del Gobierno, que nos volvió a recordar la versión que por mil veces repetida acaba cansando y pareciendo vulgar: «el TAV es una infraestructura ferroviaria fundamental para nuestro desarrollo económico. Va a contribuir al progreso social y cultural y nos colocará en la senda del futuro».

Estamos acostumbrados a escuchar estas frases hechas sin aportar ni un solo dato de lo que se argumenta. Pero hoy, varios lustros después de que se empezaran a pronunciar esas generalidades, esa actitud resulta todavía más insultante. Los ciudadanos no son incultos, pasotas e ingenuos, y nunca fueron condescendientes con los políticos. Quizás pusieron cierta confianza en la clase política para que les gobernara. Pero varios lustros después, ya es hora de que las afirmaciones como la de Cabieces, repetidas por dirigentes del PNV, PSOE y PP, tengan algo más de contenido. Datos, estudios, previsiones, planes, estrategias, por ejemplo. Y es hora de que actualicen su discurso, porque vivimos un contexto económico de crecimiento prácticamente nulo, con las mayores tasas de desempleo de los últimos años, aquí y allí.

Actualizándolo, su discurso podría tirar por otro camino: «el AVE es una de las infraestructuras que más deuda estatal ha provocado». Deuda que nos está ahogando y que, por cierto, es el motivo por el cual los dirigentes en Madrid deciden actualizar, en este caso sí, la Constitución.

Volviendo al cale de Eskoriatza, lo que yo esperaba, iluso de mí, era alguna discreta alusión al trabajador que unos meses antes había fallecido en las obras de ese mismo túnel. Pero no hubo nada, por lo menos, la prensa ni las notas de prensa del Gobierno Vasco recogieron ni una triste palabra a este respecto. ¿Por qué?, si ésta también fue una muerte violenta de las que darían para más de un discurso del delegado del gobierno. Violencia de otro tipo. Violento es morir a un metro de donde explosionan varios cartuchos de goma 2, con amputación de un brazo y orificios por todo el cuerpo a causa de los impactos de piedras a modo de metralla. Violencia es también, que sistemáticamente se incumplan los convenios provinciales del sector de la construcción por empresas de fuera, o que no se permita la entrada a esas obras a los sindicatos para ver en qué condiciones se realizan. Violencia es también obligar a un oficial encofrador a destruir cantidades ingentes de explosivo sobrante, sin la titulación, preparación y supervisión necesaria, más allá de un curso que dura una tarde.

Pero este tipo de violencia, aunque mata año tras año a muchos trabajadores, no acapara titulares, ni discursos de políticos, ni comisiones parlamen- tarias. Por eso, me pregunto por qué quienes hablan de progreso y futuro no son capaces de tener ni un mísero recuerdo con un trabajador muerto. Yo, por lo menos, sentiría la necesidad de recordar a Mycola Vyscheky.

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