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Belén MARTÍNEZ Analista Social

Paseando a Miss Flora (Tristán)

Orwell, en su «1984», nos informó de la existencia de la lengua oficial de Oceanía, creada «para solucionar las necesidades ideológicas del Ingsoc o Socialismo Inglés». Por eso, mal que le pese a Zapatero, existen palabras «construidas deliberadamente con propósitos políticos». Así, la reducción del déficit público no es un asunto ideológico, sino de «sentido común». Al parecer, la tercera vía ya les resulta algo obsoleta.

La neolengua se caracteriza por el uso de ciertas expresiones, como: «cargas sociales» o «coste del trabajo». Incluso se permite utilizar un oxímoron imposible, como «capital humano». Es una cuestión de sentido común evitar hablar de cotizaciones sociales, salario y fuerza del trabajo. Interesarse por la clase obrera o el proletariado como sujeto de transformación, es cosa de frikis de la sociología política.

Gracias a la neolengua, no existe supresión de escuelas públicas, hospitales, ambulatorios o servicios sociales. Por un creciente endeudamiento, se adopta la retórica de la disminución progresiva del gasto social: disminución del profesorado, aumento de la ratio de alumnado, reducción del nº de servicios y personal médico, exclusión de ciertos tratamientos del sistema de salud o privatización de servicios de atención a la infancia, bajo el pretexto de las políticas de conciliación.

La reforma del artículo 135 de la CE es el corolario de una serie de medidas tendentes a desmantelar los servicios y recursos públicos. Tras esta vuelta de tuerca, no solo está la palmadita en la espalda de Merkel. Se vislumbra la «mano invisible» de Adam Smith. Como diría Flora: «Pueden, sin ser impedidos por la ley».

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