El peligro de los perversos soberanistas no sólo se circunscribe a Nafarroa. Toda España está al borde del precipicio, a tenor de lo que publican los medios españoles «de verdad».

Ignacio Camacho, en «Abc», bajo el significativo título «Soberanismo rampante» (el nacionalismo español es, al parecer, solidario, desinteresado), advertía ayer de ese peligro mencionando a alguien que sabe del asunto: «El expresidente Aznar suele trasladar a quien quiere escucharle -se lo ha dicho incluso a Zapatero en la charla privada de julio en Moncloa- su preocupación por una escalada soberanista en el País Vasco y Cataluña que a su juicio puede conducir a una declaración unilateral de autodeterminación a lo largo de la próxima legislatura. Considera el antiguo jefe del gobierno que la visible crecida del nacionalismo catalán y la probable mayoría conjunta de PNV y Bildu suponen un riesgo serio de secesionismo latente, susceptible de estallar de forma explícita a medio plazo en un contexto de dificultades económicas graves que darían soporte a la retórica independentista». Y hay que tener muy en cuenta esa advertencia, pues «El análisis aznariano podría sonar a especulación apocalíptica si no fuese porque los propios nacionalistas están alentando esa dinámica con una insistencia cada vez más recurrente». Se supone que, si verdaderamente son nacionalistas, es lo suyo, aunque para Camacho es un «continuo y amenazador chantaje de `o nos dejan hacer o nos vamos'», como si el título octavo de su Constitución fuese una invitación a que quien quiera marcharse lo haga.

Y, al final, llega la propuesta: «La única forma de eludir esa coacción sería un improbable pacto transversal de Estado entre PP y PSOE, al modo del que ha servido para la reforma-exprés de la Constitución». Así que reclamar derechos, incluso desde la mayoría de la nación que los reclama, es algo intolerable que exige un acuerdo como el que PSOE y PP han alcanzado para reformar la Constitución española. Claro, se trata de salvar España y para ello, si hay que pasar por encima de la voluntad de la mayoría de lo vascos (un deporte tradicionalmente practicado por los gobiernos españoles), se hace lo que los dos partidos mayoritarios españoles, y Camacho, digan.