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ZIENTZIA

IPAC 2011 reivindica un papel creciente para las mujeres en el mundo de la ciencia

No sólo el aún insondable espacio de los aceleradores de partículas es objeto de análisis estos días en Donostia. Científicos de todo el mundo reflexionan también sobre su propia ocupación, y ayer hicieron un hueco destacado a las dificultades para la mujer en este ámbito. Mientras, una exposición pictórica homenajea a doce grandes científicas del siglo XX.

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Izaro IZU I

Basta asomarse al hall del Palacio Kursaal estos días, o a cualquier restaurante de Donostia por la noche cuando acaban las intensas jornadas de conferencias, para comprobar que sólo una pequeña parte de los 1.200 científicos reunidos estos días en Donostia son mujeres. La paridad está muy lejos de ser realidad en este mundo y, aunque lo fuera, resulta obvio que para una científica madre de familia todavía resulta más complicado cruzar medio mundo e invertir casi una semana en un congreso como éste.

La II Conferencia Internacional sobre Aceleradores de Partículas hizo un alto ayer en las actividades meramente científicas para reflexionar sobre esta circunstancia. Por la tarde, expertas y expertos compartieron sus impresiones al respecto, a partir de tres preguntas básicas: cómo atraer a las jóvenes universitarias al mundo de la ciencia y la tecnología; cómo desarrollar y vencer barreras en la trayectoria profesional de las mujeres; y la auténtica pregunta del millón, «cómo combinar una carrera científica con la vida familiar», teniendo en cuenta el grado de exigencia, exhaustividad y continuidad que requiere el mundo de la investigación.

La problemática sigue ahí. Según datos reveladores del Ministerio de Educación y Ciencia español, en el ámbito de las humani- dades en torno al 44% del profesorado son mujeres, pero sin embargo esta cota se desploma hasta el 17% en el ámbito de la ciencia y la tecnología. Si se mira al estudiantado, y por tanto al futuro, la situación no resulta mucho más alentadora: en ramas como Ciencias de la Salud el porcentaje de alumnas ronda el 75% y, sin embargo, en ciencia y tecnología cae hasta sólo el 28%.

Si la mirada se detiene en el campo de la física, rama que predomina entre los participantes en este congreso, sólo se encuentran dos mujeres que hayan obtenido el Premio Nobel en más de un siglo: Marie Curie en 1903 (luego lograría también el de Química en 1911) y Maria Goeppert-Mayer, en 1963. El número sube muy poco en Química (cuatro incluyendo a Curie) y algo más en Psicología-Medicina (diez), pero todo ello define bien un déficit generalizado.

El contraste resulta claro si se compara con otras disciplinas. Por ejemplo, y sin llegar tampoco a una situación de igualdad, a casi nadie le costará recordar a varias mujeres ganadoras del Nobel de la Paz a lo largo de los últimos 30 años (Rigoberta Menchú, Teresa de Calculta, Jody Williams, Shirin Evadi, Alva Myrdal, Aung San Suu Kyi, Betty Williams, Mairead Corrigan...), y algo similar ocurre en el campo de la literatura (Herta Müller, Doris Lessing, Elfriede Jelinek, Nadine Gordimer, Toni Morrison, Wislawa Szymborska...). El reto del siglo XXI es que también en las ciencias las mujeres alcancen el sitio que les corresponde y además logren visibilizarse, cuestión que se apunta como un problema añadido. Una constatación que llega desde los tiempos de Hipatia de Alejandría, matemática y filósofa nacida en el año 370 y a la que se cita habitualmente como la primera científica de la Historia, que sólo se ha popularizado ahora por la recreación de su vida y muerte en  ‘‘Ágora’’, película de Alejandro Amenabar.
 
Pintura y ciencia   

A esa visibilización contribuye la exposición pictórica ubicada en este IPAC 2011. Junto a los cientos de paneles rellenos de datos, siglas, fórmulas, cuadros y diagramas sobre aceleradores de partículas, los doce lienzos repletos de color dan una dimensión humana a la ciencia, y en concreto al papel de la mujer. En consecuencia, ha sido una de las salas más visitadas en este congreso tan repleto de ponencias y de expositores.

El trabajo es obra de Margarita Cimadevila, natural de Sada (A Coruña) y licenciada en Ciencias Químicas por la Universidad de Santiago, además de pintora. Cimadevila participó en la escuela de profesores del laboratorio europeo de investigación nuclear (CERN) en Ginebra, y fue allí donde tuvo la idea de unir sus dos mundos: ciencia y arte. O, mejor dicho, los tres, porque le añadió su condición propia de mujer científica.

La fuente de inspiración de Cimadevila ha sido el hecho científico sobre el que doce mujeres concretas del siglo XX trabajaron, de modo que todos los cuadros hablan de ciencia pero sobre temáticas diferentes: fisión nuclear, cromosomas, francio, ADN, estrella de hidrógeno y helio, púlsares, nucleo interno de la tierra...

Los lienzos llevan anexas una breve explicación científica y una nota biográfica. Todas sus inspiradoras pasaron por las mismas dificultades que aún perviven en parte, pese que en algunos casos ha pasado ya casi un siglo que no ha conseguido invertir del todo la situación: «Tuvieron que superar todo tipo de obstáculos e inconvenientes para poder estudiar, investigar y trabajar en unas condicio- nes lamentables», explica la presentación de esta muestra. IPAC 2011 refleja además que posteriormente estas mujeres «fueron ignoradas, olvidadas o relegadas a un segundo plano en favor de sus superiores, colegas, competidores...»

La exposición supone por tanto, para los propios científicos de todas las edades y países reunidos en Euskal Herria, una excelente guía sobre algunas de las principales científicas del siglo XX, cuyos nombres distan mucho de ser tan conocidos como el de Marie Curie (la excepción) y los de sus colegas masculinos. Es el caso de físicas como Lise Meitner, austriaca (1878-1968); Chien-Shiung-Wu, estadounidense (1912-1977); la astrofísica irlandesa Jocelyn Bell (nacida en 1943); o la química, física y bióloga francesa Marguerite Perey (1909-1975).

También se homenajea a astrónomas: las estadounidenses Annie Cannon (1863-1941) y Henrietta Leavitt (1861-1921) y la inglesa Cecilia Payne (1900-1979). Poco o nada conocidas por el gran público, como la química alemana Ida Tacke (1896-1978), la matemática de la misma nacionalidad Emmy Noe- ther (1882-1935), la genetista estadounidense Nettie Stevens (1861-1912) y la sismóloga danesa Inge Lehmann (1888-1993).

Ninguna quizás ilustra las peripecias de las mujeres científicas del pasado siglo como Rosalind Franklin, bioquímica ingle- sa pionera en investigación del ADN. Desarrolló su carrera pese a una fuerte oposición paterna y fue despreciada por muchos de sus colegas, lo que hizo que se refugiara prácticamente en el laboratorio. Murió prematuramente, en Londres a los 38 años, de cáncer de ovario. Con toda probabilidad, fue por la constante exposición a radiaciones.
 
Un ojo en La Concha y otro en Ginebra

Donostia se ha llenado estos días de científicos de todo el mundo, con presencia mayoritaria de asiáticos (no en vano la primera edición se celebró en Kyoto, Japón). Bajo la imprescindible credencial aparecen todo tipo de fisonomías, edades y tipologías, desde inesperados físicos «mochileros» que no pierden la visita la playa ni la noche hasta quienes priorizan cruzar informaciones en los pasillos o escuchar las ponencias. Y tienen de sobra, porque se calculan más de 1.300 aportaciones.

A todos les une un motivo de estudio convertido en auténtica pasión: los aceleradores de partículas. Y entre todos, uno en especial, el acelerador de aceleradores. Tras los problemas iniciales, las noticias que llegan del Gran Colisionador de Hadrones (LHC, por sus siglas en inglés), ubicado junto a Ginebra, son positivas. El secreto es obligado, pero se vaticinan grandes aportaciones en poco tiempo.

Si todo va como se cree, el LHC «encontrará» el deseado bosón de Higgs, también llamado «partícula de Dios» o «partícula de la masa». Con ello se confirmarían las predicciones del modelo estándar de la física y se rellenarían los «enlaces perdidos» que todavía no permiten explicar con certeza total cómo las otras partículas elementales adquieren propiedades como la masa.

Miembros del CERN, la Organización Europea para la Investigación Nuclear que gestiona el Gran Colisionador de Hadrones, están en Donostia, cómo no, al igual que los responsables científicos de otros grandes aceleradores de partículas del mundo. En el congreso se conocen además los primeros resultados del Sincrotón ALBA de Barcelona. En total, en el programa científico de IPAC 2011 están previstas 90 conferencias y las citadas 1.300 comunicaciones, y en paralelo hasta 76 expositores exponen diversa tecnología en aceleradores de partículas.

Todo ello compone un enorme mosaico sobre un mundo apasionante: el de los dispositivos destinados a acelerar partículas cargadas hasta altas velocidades y colisionarlas con otras. Con ello se generan multitud de nuevas partículas, generalmente muy inestables y que duran menos de un segundo, pero de cuyo estudio se derivan múltiples aplicaciones, ya sea para la medicina, la exploración espacial, la tecnología electrónica... De paso, hay motivos también para asombrarse únicamente con la mecánica y las dimensiones de aceleradores como el colosal LHC, que usa un túnel de 27 kilómetros de circunferencia y en cuya construcción participaron 2.000 científicos de 34 países y cientos de universidades.

Aparezca o no el bosón de Higgs -hay quien estima que la auténtica noticia sería que el LHC no lo revelara-, Donostia está ya en el mapa científico del mundo. Y cientos de expertos de los cinco continentes, tras pasar por La Concha, seguirán buscándolo en 2012 en la tercera edición de IPAC, en Nueva Orleans, en 2013 en Shangai, en 2014 en Dresden o en 2015 en Richmond. I.I.

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