«Friends with benefits» empieza con un ritmo frenético, a través de un montaje en paralelo que presenta al chico de Los Ángeles y a la chica de Nueva York destinados a conocerse, pero mostrando a cada cual en su ambiente. La acelerada introducción da paso a un primer encuentro, en el que ese sentido trepidante de la vida moderna se mantiene, pues la conversación entre los protagonistas se desarrolla también con la máxima rapidez. Empiezan hablando del tiempo, porque él defiende que el calor de Los Angeles es más soportable que el de Nueva York. La forma de intercambiarse las palabras recuerda a los duelos entre grandes estrellas de la comedia clásica de Hollywood, como si Will Gluck pretendiera hacer una actualización de aquellos diálogos de la guerra de sexos, pero con el descaro de personas que se suponen más liberadas y ajenas a la idea del compromiso en la pareja.

Times Square y Central Station

Mila Kunis protagoniza «Friends with benefits» después del cara a cara estelar que mantuvo con Natalie Portman en «Cisne negro», y parece que se le ha quedado algo de ese trasfondo del mundo del ballet. Además, tiene como partenaire a Justin Timberlake, quien comenzó su carrera como cantante. El ahora actor aprovecha cualquier oportunidad para ponerse a cantar o rapear las frases del diálogo. Es por extensión el inductor de los números musicales que tiene la película, uno de ellos con una coreografía en pleno Times Square, y el otro es una concentración o quedada en la Estación Central de Nueva York para bailar en grupo. No puedo desvelar más sobre lo de Central Station porque forma parte de la sorpresa final.

Más allá del pequeño detalle en cuestión, que nadie espere desenlaces imprevistos, porque se impone una vez más el obligado happy end. Es en el transcurso de la relación donde Justin Timberlake y Mila Kunis desprenden una química especial, mostrándose desinhibidos y sin complejos cuando están juntos. Son un chico y una chica de hoy en día, y ella es la guía que le enseñará a amar la Gran Manzana.