Raimundo Fitero
Colgados
Las imágenes se sedimentan en nuestra memoria creando sustratos que nos conforman una mirada al mundo que habitamos. La televisión, nuestras pantallas cotidianas nos proporcionan arsenales de imágenes, fotos fijas, o vídeos animados, que nos van penetrando ya que estamos muy mal impermeabilizados ideológicamente. En las redacciones antes se meditaba sobre el impacto de ciertas fotografías, pero ahora parece que se han roto todas las compuertas, la libre circulación se ha convertido en la demolición de los pilares que sustentaban un edificio deontológico ya derruido.
Las guerras, los accidentes, los efectos colaterales de las acciones armadas, han ido amontonando imágenes, secuencias, informaciones demasiadas veces muy terciadas, cuando no manipuladas, que van creando el miedo, los tópicos, los mitos, las leyendas. La violencia es una lenguaje más. Repudiable, pero un lenguaje que en ciertos estados de la evolución del pensamiento han sido una suerte de abecedario de los comportamientos sociales, o de comunicados triunfales. Cuando nos dejen ver las imágenes de las barbaridades realizadas por ambos bandos en Libia, por poner un ejemplo, ya habremos ido vacunados con decisiones políticas que pongan filtros a las imágenes.
Donde ese lenguaje se está convirtiendo en una suerte de academia del terror es en México. Por mucho que se quieran utilizar adjetivos, comparaciones, bajar a todos los bajos instintos, la violencia está adquiriendo valores que han empezado a entrar en la indecencia cuando no en lo irreversible. Lo último, transmitido, amplificado, es el mensaje de alguien que ha querido capar de una vez por todas, cualquier uso de las redes sociales para denunciar abusos o situaciones de violencia a cargo de los sicarios. Una pareja de jóvenes, chico y chica, torturadas, asesinados y colgados de un puente con carteles en donde se les indica que no señalen en Internet, es un paso más hacia la barbarie absoluta. Un vocabulario sencillo, una sintaxis macabra, que se supone tiene eficacia total. El terror. El ser humano en su muestrario más salvaje. Incomprensible la difusión tan banal de estas imágenes en los medios de comunicación.