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El desembarco de los piratas en Berlín preocupa a los partidos políticos alemanes

La fuerte irrupción de los Piratas en la Casa de los Diputados de Berlín ha marcado, junto a la desaparición de los liberales del FDP, los comicios en la ciudad-estado. Un desembarco que preocupa a todo el arco opositor, pero especialmente a los Verdes.

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Ingo NIEBEL | COLONIA

La debacle de los socios liberales de la canciller, Angela Merkel, y el desembarco fulminante del Partido Pirata son los dos aspectos de las elecciones regionales de la ciudad estado de Berlín que dominan esta nueva semana. La caída en picado del Partido Liberaldemocrático (FDP) del vicecanciller y ministro de Economía, Philipp Rösler, al 1,8% de los votos ha generado comentarios unánimes en la prensa alemana, que considera al partido como «atomizado», «pulverizado» o «dispersado». Su desaparición fáctica del escenario político de la ciudad de Berlín va combinada con otro terremoto político, los 8,9 puntos, convertidos en 15 escaños, con los que el Partido Pirata ha logrado entrar por primera vez en un hemiciclo regional en Alemania.

Su triunfo da qué pensar a todos los demás partidos políticos porque este enemigo subvalorado se ha apoderado de valiosos votos que cada una de las demás formaciones habría necesitado para realizar su proyecto en la capital.

Dado que los piratas constituyen un partido joven, que aún no ha tenido importancia a nivel nacional o en alguno de los otros 16 estados federales, habrá que esperar para ver hacia dónde evoluciona. También ha de tenerse en cuenta que el land de Berlín es un «biotopo político» bastante peculiar y difícilmente comparable a otras grandes ciudades del país. Eso significa ante todo que la presencia de los 15 «piratas» en la Casa de los Diputados de Berlín afectará en primer lugar a los futuros partidos de oposición.

Aún es muy temprano para saber si la Unión Demócrata Cristiana (CDU) de Merkel o los Verdes compartirán los bancos de la oposición con los Piratas y el partido socialista Die Linke (La Izquierda). Sin embargo, todos ellos tienen que analizar por qué ese partido nuevo ha sido capaz de movilizar a los «abstencionistas» y ellos no. Luego, ante todo, los Verdes y Die Linke tienen que preguntarse por qué un considerable número de sus votantes ha contribuido a que los Piratas haya duplicado sus votos a 120.000 desde 2009.

Merkel ha querido restar importancia a este auge anunciando que ha hablado con los jóvenes de la CDU para que se ocupen de internet. El reelegido alcalde gobernador de Berlín, Klaus Wowereit (SPD), les ha echado en cara que en su grupo parlamentario apenas hay mujeres, lo que el socialdemócrata considera «un retroceso».

Justamente este punto caracteriza un tanto a la nueva formación: Ha pasado de la cuota de participación según el sexo y se ha fijado en temas que afectan en primer lugar a los jóvenes, pasando de un debate sobre qué modelo de Estado y qué tipo de sociedad quiere. Por ejemplo, pide viajes gratis en el transporte público. Este tema ha calado porque el 20% de los tres millones de habitantes de Berlín viven bajo el duro régimen de las ayudas estatales conocidas como Hartz IV. También quiere alquileres accesibles en una ciudad en la que la especulación inmobiliaria gana enteros. Con sólo estos dos temas los Piratas han entrado en un campo que por idiosincrasia es de Die Linke. Pero el partido socialista se ha gastado bastante en una década de socio minoritario en el bipartito con el SPD. Cierto es que la izquierda no ha perdido ni dos puntos, quedándose en el 11% de los votos, pero tendrá que estudiar por qué en sus feudos en el este de Berlín ha bajado entre tres y cinco puntos, quedándose por detrás del SPD.

Wowereit tampoco puede estar contento con sus 28 puntos porque aspiraba a tener «30 más equis». Ahora está por lo menos en la cómoda situación de eligir su socio de Gobierno entre la CDU (23 puntos) y los Verdes (17 puntos). Con la derecha tendría una mayoría estable, con los ecologistas contaría sólo con un voto más que la oposición.

navegando por la red

Los Verdes, a su vez, tienen que temer a los Piratas porque les han secuestrado la defensa de los derechos civiles, uno de los principales iconos de los ecologistas desde su fundación. Copiar lo copiable en Internet y el no al almacenamiento de los datos de comunicación son dos puntos que conmueven a la generación que navega más por la red que por la capital. Además, pidiendo la legalización de la marihuana, los filibusteros se han llevado otro tema originariamente verde que interesa a muchos jóvenes con derecho a votar.

Lo que se puede constatar hasta ahora es que el éxito de los piratas es, por un lado, la expresión de cierta protesta. «En Madrid los indignados van a la calle, en Berlín van a la urna para votar a los piratas», decía un comentarista. Por otro lado, el resultado se debe tácticamente a que han elegido los temas que les podrían beneficiar, pero sin desvelar una estrategia y mucho menos decir cómo realizarla. También carecen de ideas claras respecto a la política exterior y económica. «Queremos recuperar los votos» que han ido a parar a los Piratas, advierte la candidata verde Renate Künast.

A pesar de haber subido más de cuatro puntos, la líder ecologista ha fracasado «a lo grande», como destacó su correligionario Christian Ströbele, en su objetivo de convertirse en la primera ministra-presidente verde de un land alemán. La engañó el dulce aroma a poder que a finales de 2010 le venía de aquellos sondeos que le auguraban el 30% de los votos, empatando con Wowereit. La aparición de los Piratas obliga a resituarse a los Verdes, que biológicamente se están haciendo viejos, porque ha surgido una generación más joven que se interesa más por la vida digital que por la muerte nuclear. Para los ecologistas, por lo menos en Berlín, va a ser una nueva experiencia competir con este desconocido rival que es tan distinto al SPD y al Linke.

Este último entra ahora en la recta final para aclarar en su congreso de octubre dónde está su posición ideológica y política 21 años después de la unificación de las dos Alemanias, ya que sus discusiones internas han interferido negativamente en su imagen en Berlín y a nivel nacional.

 
 
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