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59 DONOSTIA ZINEMALDIA

La intención no siempre basta

 
BLOG(EROA) 20 de setiempre de 2011
 
Víctor Esquirol  | Crítico de cine
 
La genial dupla formada por Trey Parker y Matt Stone, cuya más notoria creación, “South Park”, ha sido recientemente galardonada con el Emmy a la mejor serie de animación, se ha caracterizado siempre por meter las narices en los temas de más rabiosa actualidad y, sobre todo, más controvertidos. Lo hacen sin pelos en la lengua, pero por encima de todo (y ahí está el mérito) con conocimiento de causa. Si toca hablar de Obama, se hace; si toca hablar de la guerra de Irak, se hace; si toca hablar de las repercusiones de las redes sociales en la juventud... también se hace. Eso sí, si los designios del siempre caprichoso y cada vez más cambiante presente les llevan a un terreno que no dominan, ellos mismos son los primeros en admitirlo, de modo que dejan de lado cualquier discurso aleccionador y se centran en dejar constancia de los argumentos y actitudes de las facciones enfrentadas, que, sorprendentemente, acostumbran a desprender una comicidad de valor incalculable.
 
Esa misma táctica debería haber empleado Julian Schnabel, quien con su nuevo trabajo tiene la osadía de centrarse en uno de estos asuntos de los que uno sólo puede salir con heridas graves: el eterno conflicto árabe-israelí. Una decisión muy arriesgada, pero le damos beneplácito de la duda a este polifacético artista, básicamente por ser el autor que descubriera Javier Bardem a Hollywood, y por ser el máximo responsable de aquella joya de incontenible fuerza titulada “La escafandra y la mariposa”. Pues bien, todo el crédito otorgado se esfuma a una velocidad vertiginosa. Y es que no tiene que pasar demasiado tiempo para que se haga evidente que la intención no siempre es lo que cuenta, o al menos no basta para dar solidez a un discurso que, en este caso, para colmo de males, es descaradamente partidista. De un maniqueísmo a ratos repugnante, “Miral” ha sido tachada por muchos grupos de antisemita, lo cual a día de hoy es una de las mejores publicidades que pueda haber.
 
Porque la polémica vende, por muy vacía que sea, y ésta, créanme, lo es. Lo es porque, por difícil que parezca, se trata de una película totalmente inofensiva, simple en su desarrollo y ciega a la hora de reparar en la infinidad de detalles sin los cuales es imposible comprender la magnitud de la materia tratada. Sólo un necio le concedería importancia o se escandalizaría con ella. Hablando de la ONU (aquel organismo presuntamente tan necesario, experto en apuntar con el dedo acusador... y en no resolver absolutamente nada, ya verán cómo termina la confrontación Netanyahu/Abbas), fue precisamente en su sede donde tuvo lugar su estreno oficial. Dónde si no. Hasta aquí la sección «Haciendo amigos». Y hasta aquí el comentario de este intrascendente intento fallido de película-río, cuyo único legado es una Hiam Abbass que parece salida de “Las chicas de oro” y la enojante sensación de haber perdido dos horas de nuestra vida ante la autocomplacencia de gran artista de alguien que se lo cree, pero que en ningún momento consigue que le creamos a él.
 
Para recobrar la fe, nada mejor que una buena Perla. En esta ocasión, la iraní “Nader y Simin, una separación”, último Oso de Oro en Berlín. Con la mitad de pretensiones que Schnabel, Asghar Farhadi se muestra tan entonado como en su anterior y también muy recomendable filme, “A propósito de Elly”, y nos hace entrar de lleno en un drama adulto y apasionantemente complejo, cuya aparente sencillez se descubre como un laberinto en el que es un placer perderse, y en el que tienen cabida una infinidad de dudas morales y apuntes sobre un país peligrosamente dividido. Un trabajo impecable y –ahora sí– creíble.
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