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Editorial 2011/9/22

Palestina, ante la inmoralidad de Washington

laJornada

(...) Los señalamientos formulados por el mandatario estadunidense dejan ver la miseria moral y el doble discurso de Washington y sus aliados, que apenas la semana pasada aceptaron, sin ningún trámite de por medio, la incorporación a la ONU del Consejo Nacional de Transición en Libia -conformado por fuerzas opositoras al régimen de Muamar Kadafi- y en cambio siguen regateando el derecho del pueblo palestino a constituir un Estado soberano, como demandan las resoluciones 242, 338 y 3236 del organismo multinacional. (...)

Si Estados Unidos quisiera realmente abonar a «una paz genuina y duradera», como afirmó ayer su presidente, tendría que esforzarse en crear condiciones mínimas para que ello sea posible, y eso implica, en primer lugar, condenar el terrorismo de Estado que practica Israel y forzar a las autoridades de Tel Aviv a poner un alto a los asesinatos de palestinos, a las políticas de manipulación demográfica en Cisjornania y al cerco devastador sobre la franja de Gaza; demandar la devolución de las tierras arrebatadas a partir de 1948 o el pago de las indemnizaciones correspondientes a los expulsados; reconocer a las autoridades palestinas democráticamente electas -sean de Fatah, de Hamas o de cualquier otra fracción-, exigir la contención de Israel en las fronteras previas a la Guerra de los Seis Días de 1967, y aplicar las medidas de presión política y económica necesarias(...).

Ahora bien, a pesar de las advertencias formuladas por Obama y de la virtual imposibilidad de que la solicitud de la ANP prospere en el seno del Consejo de Seguridad, es altamente probable que el reconocimiento del Estado palestino logre, de cualquier forma, un respaldo mayoritario en el pleno de la Asamblea General de la ONU -actualmente tiene asegurados los votos de 126 de los 193 miembros-; que Palestina alcance, de esa manera, el estatus de «Estado observador sin derecho a voto» -similar al que ostenta el Vaticano-, y que termine por configurarse, en suma, una inconsecuencia entre el pleno de la ONU y su Consejo de Seguridad y una escisión en el seno de ese órgano multinacional.

La falta de solución del añejo conflicto entre Israel y Palestina plantea, pues, la perspectiva de una fractura de la comunidad internacional, de un mayor aislamiento de Tel Aviv en la región y en el mundo y de un aumento de tensiones en Medio Oriente. Si tal perspectiva se concreta, el principal responsable será el gobierno de Washington.

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