Dos décadas desde el lanzamiento de «Use your Illusion» y «Nevermind»
Todo ocurrió en el plazo de una semana. Geffen puso en el mercado el segundo álbum de estudio de Guns N' Roses, formación llamada a convertirse en la gran banda del rock n' roll. Una leyenda en ciernes tras la estela de Led Zeppelin o los Doors. Siete días más tarde, la misma discográfica californiana publicaba el segundo trabajo de Nirvana. GN'R pasó a ser el último referente de una definición clásica de banda. Nirvana, el paradigma de algo nuevo.
Izkander FERNANDEZ |BILBO
Cuenta Slash, guitarrista original de Guns N' Roses, que cuando en 1989 volvieron a Los Ángeles después de una agotadora gira europea no podían creerse lo que veían. Los clubes de la ciudad, verdaderos templos del rock duro facturado en los ochenta, estaban repletos de gente que imitaba su forma de vestir, sus gestos e incluso su música.
Unos meses antes, el primer disco de estudio de Guns N' Roses, «Appetite For Destruction», seguía sin acabar de despegar en las listas de éxitos pese a que había sido publicado año y medio antes. Pero fue irse de gira a Europa y reventar en EEUU el single «Sweet Child O'Mine». La mecha de los fuegos de artificio estaba encendida.
Los Ángeles era un todos contra todos en la que numerosos foragidos miméticos luchaban a su extraña manera. El rock estalló en los cincuenta, creció en los sesenta, despegó en los setenta y se industrializó por completo en los 80. Fue en ese último decenio cuando la primera generación de rockeros reclamó, y mendigó, lo que era suyo.
A finales de los 80 y principios de los 90, Los Angeles era un hervidero repleto de rockeros a la caza de un contrato discográfico que les acercase a las grandes mentiras del rock n' roll: sexo, dinero y drogas. Musicalmente el legado del hard rock de Aerosmith y Van Hallen se daba la mano con la agudeza del heavy británico y la imagen híbrida del punk y el glam. Sleaze rock o hair metal. Rock duro y no tan duro en busca del sencillo perfecto que los colocase en la órbita definitiva de la fama.
La industria se gastaba millones en el trabajo de cantera. Tenían a ojeadores en la calle, pateándose todos los clubes y locales de ensayo en busca una banda que tuviese algo que pudiese atraer a los fans. La mayoría de las inversiones se quedaban por el camino y el dinero acababa en el cubo de la basura.
En 1991, llegaba la hora de la verdad para Guns N' Roses, una banda nacida en el seno del hard rock angelino que optaba, por talento y por ideología, a salir del agujero y ser algo más que otra banda de laca y cardados.
Geffen, su discográfica, apostó fuerte por ellos. Ellos respondieron con un disco cuadruple publicado como doble en el que el hard rock cruzado con el punk, el heavy metal y el blues de la vieja escuela dejaban la puerta abierta a nuevos aires compositivos.
Las dos partes que conformaban «Use Your Illusion» fueron clásicos instantáneos. Joyas atemporales de rock clásico que escapa a etiquetas más pequeñas. Aquello era rock con mayúsculas.
Para Guns N' Roses y Geffen era el paso adelante decisivo. Aunque para los primeros era el principio del fin, ya que cinco años después el combo se deshizo dejando a Axl Rose al frente del timón. Para la discográfica, era el inicio de un trimestre repleto de beneficios económicos.
La antítesis
Si Los Ángeles era rock n' roll para estrellas y estrellados, Seattle era una especie de barrio grande en la que todo el mundo se conocía y compartía inquietudes musicales. Si en Los Ángeles los chicos iban tras un contrato, en Seattle las bandas se formaban sin dicha necesidad. Mientras una escena era frívola y perseguía con tesón el éxito, la otra se movía desengañada sin esperanzas de obtener una recompensa a sus esfuerzos.
Hacia 1989 las grandes discográficas pusieron sus ojos en Seattle. Quizá la industria comenzase a notar el cansancio y el deterioro producido por un mercado en el que había que invertir mucho sin demasiadas garantías. Tras gastarse fortunas en crear bandas, modelarlas y lanzarlas al estrellato, resulta que existía una escena, no únicamente en Seattle, perdida en el limbo en la que las bandas existían porque sí.
En Seattle no había que invertir en crear grupos, porque éstos ya lo eran sin ayuda. Así que Pearl Jam publicó «Ten» con una multinacional en agosto del 91, Nirvana firmaron con Geffen para su segundo disco y similares caminos siguieron Soundgarden y Alice In Chains. Las cuatro cabezas visibles del llamado grunge llegaban a grandes discográficas en un período de escasos meses.
El discurso de Nirvana y Pearl Jam era mucho más terrenal que el de las bandas de hard rock. Eran obreros, gente que había empezado desde abajo y que no había perdido la perspectiva. Se sentían personas de la calle ajenas a la grandilocuencia que rodeaba a las estrellas del rock.
Estrellas a su pesar
En más de una vez lo dijeron en voz alta: no querían ser estrellas de rock. Pero lo fueron. Aunque a su manera.
Nirvana vio como Geffen publicó «Nevermind» una semana más tarde que el «Use Your Illusion» de Guns N' Roses. Y las pretensiones de Kurt Cobain y compañía eran pocas. No esperaban nada por haber firmado con una multinacional aparte de un poco más de dinero. Pero se equivocaron.
La industria cambió de repente. El discurso de los músicos que salían en la tele mutó. La irresponsabilidad se tornó responsabilidad. La existencia pasó ser simple vida mortal y el rock, arte.
En pocos meses, las patatas calientes de Los Ángeles, las próximas formaciones vendedoras de millones de discos, pasaron a engrosar el ostracismo. El mercado independiente y alternativo dejó de serlo.
La industria dejó de crear estrellas de rock para apoyar bandas reales. Lo triste es que tras la oleada alternativa, la indusria dejó de apoyar el rock por completo para centrarse en el pop de usar y tirar.
Geffen y Guns N' Roses colocaron en el mercado 100 millones de copias de «Use Your Illusion». Geffen y Nirvana hicieron lo propio con 50 millones de unidades del célebre «Nevermind». Cifras astronómicas para lo que la industria está acostumbrada a vender en los días que corren pero no tan extrañas en aquella época.
Pese a todo, Geffen sí esperaba los 100 millones de los primeros pero no podía imaginarse hasta dónde iba a llegar Nirvana. De hecho, el propio trío se sintió incómodo con su destino e incluso parece que todo pudo influir en las depresiones que atormentaban a Kurt Cobain y que probablemente lo empujarán a suicidarse.
Veinte años después Pearl Jam y Nirvana han engrasado la maquinaria de la industria con sendas reediciones de sus primeras obras. Así, el año pasado una remozada versión de «Ten», con toneladas de material éxtra, llegó al mercado. Ahora le toca al «Nevermind» de Nirvana.
Pese a su eterno conflicto con el negocio de la música, el grunge todavía mueve la industria mientras que Guns N' Roses parecen ahora los verdaderos grunges al permanecer ajenos al mercado. I. F.
La escena alternativa de los primeros años noventa, con Seattle como epicentro, barrió el mercado de una forma inédita hasta la fecha. En pocos meses el mercado aupó a bandas que hasta aquel momento sólo se movía por canales independientes.
La historia de la música fue cruel con decenas de bandas de que esperaban su momento en las calles de Los Ángeles para saltar al estrellato. Tras la hecatombe alternativa, fueron muchos los proyectos congelados por las multinacionales.
1991 fue un gran año para el rock. En un corto espacio de tiempo vieron la luz «Ten», de Pearl Jam; «Metallica», de Metallica; «Badmotorfinger», de Soundgarden; «Blood Sex Sugar Magic», de Red Hot Chilli Peppers; «Tromple Le Monde», de Pixies; «Nevermind», de Nirvana y los «Use Your Illusion», de Guns N' Roses, entre muchos otros.
Fue un año especial en el que la música que hasta entonces había permanecido en ámbitos marcadamente alternativos e independientes pasó a formar parte de lo cotidiano. De esta forma, las radio fórmulas intercalaban a REM, Nirvana, Metallica, Bryan Adams, Skid Row y Whitney Houston con total normalidad. I. F.