La plaza Monumental de Barcelona cierra las puertas y abre una nueva era
Tres toreros de renombre, aclamados por 18.000 emocionados aficionados, mataron ayer a seis toros en Barcelona, en una corrida histórica antes de una prohibición que sigue provocando controversia en Catalunya.GARA | BARCELONA
La Monumental de Barcelona cierra sus puertas. Con la corrida de ayer acabó una era y comenzó otra, en la que se ha de cumplir la ley que oficialmente entrará en vigor el 1 de enero de 2012.
180.000 ciudadanos firmaron una proposición de ley para acabar con la llamada «fiesta nacional». Al aprobarse en el Parlamento catalán la norma, en junio del año pasado, Catalunya se convierte en la segunda comunidad autonómica del Estado español en abolir el toreo, después de Canarias.
Para el presidente de la asociación de defensa de los derechos de los animales Libera, Carlos López Pérez, esta ley sembrará un precedente para otras autonomías del Estado.
Pero esta norma no ha gustado a todo el mundo, como ayer insistieron en dejar claro las miles de personas que se acercaron a la Monumental de Barcelona. Algunos ven la prohibición como un debate identitario y muchos aficionados siguen luchando para que los mejores toreros puedan seguir haciendo sus faenas en la plaza barcelonesa.
«Esto es una dictadura. Nosotros no hacemos mal a nadie y se nos impide presenciar un espectáculo que tiene 300 años. En Barcelona los aficionados pudieron disfrutar de hasta tres plazas diferentes», decía un aficionado a una cadena internacional de televisión.
De eso hace ya mucho tiempo. Actualmente cada vez menos gente va a los toros y la prueba de ello está en las Arenas, un coso reconvertido en centro comercial.
Paradojicamente, por dinero, morbo o nostalgia, todo el mundo quiere tener uno de los carteles de la última corrida de la Monumental, diseñados por Miquel Barceló.
Simbólicamente, el joven torero catalán Serafín Marín, de 28 años, dio el golpe de gracia al último de los seis toros de media tonelada, de la ganadería El Pilar, de Salamanca, que encontraron la muerte ayer. «Si Dios quiere, tendré el triste honor de matar al último toro», conta Serafín Marín a France Presse poco antes de la última corrida. «Me siento mal, triste. Te han quitado todo tu pasado y parte de tu futuro», afirmaba. «Te han prohibido ejercer tu profesión», subrayaba. Joven novillero, tuvo su «alternativa» en esta misma plaza en agosto de 2002 y ha luchado con pasión en los últimos años por la supervivencia de la tradición taurina en su país. «He pasado de ser un torero en mis tierras a un clandestino del toreo», decía, añadiendo amargo: «me tendré que ir, me están echando».
Una entrada, 1.500 euros
El sábado, los toreros Morante de la Puebla, El Juli y José María Manzanares eran recibidos triunfalmente, con los sones del himno catalán, en la apertura de la Feria de la Mercé, último fin de semana de la temporada taurina, y, salvo cambios futuros, de la historia en Catalunya.
Los aficionados agotaron el martes en pocos minutos las entradas disponibles para el domingo, pagando por cada billete entre 24 y 135 euros. Los que no pudieron conseguir entonces entradas debían esperar a ayer por la mañana para comprar las últimas 900 entradas vendidas a precio normal y tradicionalmente reservadas para venderse el mismo día de la corrida ante la plaza. En internet algunos billetes alcanzaron los 1.500 euros.
El alcalde de Badalona, Xavier García Albiol (PP), espera que tras las elecciones del 20-N «impere la tranquilidad y el sentido común» y «se puedan sentar todas las partes implicadas para hablar y volver a la normalidad».
El diestro catalán Serafín Marín cortó las dos orejas al último toro de la historia de la plaza de Barcelona, de nombre Dudalegre, número 23, negro mulato, nacido el 3 de marzo de 2007, y que pesó 567 kilos.