Raimundo Fitero
Las selvas
Hay un tipo curioso en las noches que se llama «Frank de la selva», y está ganando adeptos. Sale por Cuatro, que fueron quienes lo descubrieron hace unos meses en uno de esos programas de viajeros, y se demostró que era un tipo con mucha labia, muy bien instalado y que aparentemente tenía vocación de veterinario aventurero o viceversa. Ahora tiene su programa propio, y cuando menos se le debe adjudicar una cualidad: tiene personalidad. En ocasiones parece un poco fantasma porque me parece que exagera algunos de los riesgos que dice correr con una cámara de testigo.
Yo vi una entrega con unos supuestos elefantes salvajes, que tenía gracia, estaba bien montado, le daba enjundia, pero no parecía tener tanta importancia como le daba. O para decirlo de una manera más sencilla, yo no estaría allí, subido a un palo plantado, pero los nativos que andaban por allí estaban bastante más tranquilos y le inquirían que se marchase no tanto por los riesgos, sino porque era evidente que molestaban a los que estaban trabajando con ellos. De cualquier manera es uno de esos recién llegados que está llamando la atención y probablemente se quedará. El tal Frank seduce y no deja de meterse en terrenos pantanosos que siempre tienen su clientela.
Tele 5 sigue sacando audiencias de su filón más putrefacto: colocar a famosos en declive en situaciones selváticas, no tanto por el paisaje como por el paisanaje, es decir por la fauna que se junta para intentar tomar notoriedad a base de historias de amor, ya se ha promocionado una apasionada declaración de lésbico, junto insultos, peleas y demás recursos del género. «Acorralados» se llama el nuevo producto, con Jorge Javier de gran enredador, y con algunos de los desechos de tienta televisiva más deteriorados, pero que tienen su complemento en el plató del día de la gala y su bucle en los demás programas del mismo empeño para que nunca se baje ese soufflé de malas costumbres. Es curioso que son los fajos de paja la seña de identidad estética de este nuevo reality que suena a tan añejo que solamente podemos entender que estamos ante un intento desesperado por mantener una cuota de audiencia cautiva a los detritus.