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Ensayo

Artaud&Co

Iñaki URDANIBIA

Estamos ante un texto desbordante de historias un tanto chirenes, de personajes con distintos grados de locura, de asociaciones singulares, de viajes, de búsqueda permanente, cual ferviente persecución del santo grial, del bastón que había pertenecido a uno de los «locos egregios» que en el mundo han sido, Antonin Artaud; ya había iniciado él mismo la tarea a mediados de los treinta, adorado bastón que, según se nos cuenta, había pertenecido anteriormente al mismísimo san Patricio. El tono es burlón, el humor lo empapa todo y los pagos del delirio se adueñan de las líneas sabiamente administradas por Jordi Soler. El texto se mueve por el campo de lo meta-literario tan querido al amigo del autor, Enrique Vila-Matas. Atmósfera surrealista la conseguida por el autor que se adhiere al lector desde las primeras páginas, donde ya se nos comienza a introducir en las interioridades de la curiosa sociedad que da título al presente comentario. El texto se ve invadido por el espíritu del protagonista, contagiándose el «cuerpo sin órganos» de éste que tanto juego dio a Gilles Deleuze, y provocando que el texto se dispare en diferentes direcciones.

La búsqueda mentada hace que el poeta y diplomático protagonista, supuesto pariente del escritor francés, trate de completar cincuenta años después la empresa iniciada por su pariente y con tal fin, se va a juntar con otros seres singulares donde los haya (¡dios los crea y ellos se juntan!): un destacado poeta, Lear MacManus, un dirigente de la compañía parisina antes nombrada, Monsieur Lapin y su esposa; las andanzas y las ocurrencias de tan variopinta colla, en el viaje realizado en el vehículo oficial de la embajada, no tienen desperdicio y qué decir de las dislocadas conversaciones. Paseos nocturnos por Dublín (la sombra de James Joyce les acompaña) y abundante ingesta de alcohol con final de siquiátrico, el mismo establecimiento, por cierto, en el que estuvo encerrado Antonin Artaud en aquel viaje desencadenante.

Ciertas derivas se entreveran con el eje de la historia que le sirve a Soler para homenajear a Jonathan Swift y a Malcom Lowry, inequívoco guiño al país de origen del autor del libro, nacido en México en donde sus padres habían encontrado refugio; también hay que decir que Artaud anduvo por aquellos andurriales poniéndose ciego a peyote en su contacto con los indios tarahumaras. Por si no teníamos bastante meneo hasta entonces, la aparición del IRA y un viaje de nuestro variopinto grupo a Belfast va a hacer que la novela cobre más fuerza y mayor tensión final; tampoco tiene desperdicio la escapada a La Habana.

Desde luego el entretenimiento está sobradamente servido, de tal modo que admitiéndose apuestas, me atrevo a afirmar sin dudar que no puede haber lector que asomándose a las páginas de este hilarante y ocurrente libro consiga mantener la seriedad sin reírse.

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