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Fermin Munarriz Periodista

Don Luis y San Mario

Los de López y Surio han emprendido la revisión histórica a brochazos. Esta semana hemos visto perplejos en ETB la segunda parte de «El precio de la libertad», un canto a las bienaventuranzas de Mario Onaindia. Tras la previa exposición de la temprana vocación alumbradora del joven Mario, ahora hemos asistido directamente a la beatificación. No hay como morirse para que tus amigos te hagan una putada.

O un favorcito, según se mire, porque este gusto por la vida de los santos y las hazañas del capitán Trueno viene de lejos. Desde el franquismo. Aquí se reactivó con la toma de la lehendakaritza por la entente PSE-PP. Abrieron camino en los informativos de ETB las aventuras de López y Basagoiti, los Roberto Alcázar y Pedrín contra el pérfido abertzale; la pasada primavera fue el documental sobre el honorable caballero Dos Luis [Carrero Blanco], sin que se conozcan detenciones por apología del terrorismo entre los títulos de crédito; y ahora ha sido San Mario, renegado de ETA casi antes de integrarse en ella y rodeado de perversos contumaces. También de algún amigo como Teo, que apunta obras pías en la serie pero a quien no corresponde santificar porque todavía vive. De momento parece suficiente una fundación, que siempre reconforta el espíritu y alivia la hipoteca.

La serie perpetrada y reivindicada por Ana Murugarren no defraudó; como se temía, ofreció grandes momentos, aunque faltó un teléfono de contacto para apadrinar al ministro Rosón.

Sin embargo, la casualidad -o no- de coincidir la caricatura con el 27 de septiembre tiñó la emisión de un cinismo poco digerible para buena parte de la población vasca. El mismo martes se cumplían 36 años de los fusilamientos de Txiki, Otaegi y otros tres luchadores. 36 años después, la caterva de criminales que los procesaron, condenaron y mataron no han pedido perdón. Ya ni se les espera. Yo también creo que es mejor mirar adelante, pero tal vez aligeraría algo que se pudiera homenajear a quienes pagaron aquel precio de la libertad sin el acoso de la Ertzantza, mostrar sus fotos sin ser condenados por apología de terrorismo o colocar la placa con sus nombres de bien en tantos lugares como se le antoje a este pueblo. En el momento en que Jon y Angel fueron fusilados, Mario y Teo estaban presos por pertenecer a la misma organización. Pero está claro que no a la misma historia.

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