El partido conservador del primer ministro británico, David Cameron, aborda su congreso anual consolidado por una popularidad intacta después de 16 meses de poder, pero bajo la presión de la situación económica y de una cada vez mayor presencia del euroescepticismo. A diferencia de sus socios liberales en el gobierno, los conservadores han conseguido mantener sus apoyos a pesar de un verano desastroso, en el que Cameron tuvo que hacer frente al escándalo de las escuchas telefónicas, justificando sus vínculos con el tabloide «News of the World», y luego a los mayores disturbios que ha conocido el país en una generación. También a pesar de un severo plan de recortes. Mientras el déficit público sigue batiendo récords y el crecimiento económico se reduce, Cameron y su gobierno están cada vez más presionados para sustituir esta política y favorecer el crecimiento.