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Raimundo Fitero

Encrucijada

Cuesta mantenerse en equilibrio ante el acontecimiento mediático de la boda de la Duquesa de Alba con un tal Alfonso Díez. Hasta la duquesa tiene el derecho de hacer con su cuerpo y su vida lo que le venga en gana. Por lo tanto mantengamos una distancia para poder sobrevivir a este apabullante bombardeo de imágenes, comentarios, opiniones, tertulias y reportajes que se están produciendo que son una traca pirotécnica que nunca sabemos a quién alumbra o adónde van a caer las brasas y provocar un incendio menor.

De momento, y en primera instancia, Interviú ha conseguido llamar la atención con una portada compuesta por fotos en topless de la duquesa tomadas hace treinta años en una playa ibicenca que contextualizan esta operación extraña que uno duda si es una sibilina campaña anti monárquica o justo lo contrario, una reivindicación de la nobleza como fuente de vida que debido a la exención del trabajo de sus miembros se puede llegar hasta la senectud con algunas de las pulsiones intactas. Y sobre todo, con el dinero suficiente para podérselas permitir. Además, en este concreto caso, entra en escena otra suspicacia, pues aplicando la rudimentaria teoría de que todo es campaña electoral, y ante el trasiego de políticos en celo que sobrevuelan el evento, es lícito preguntarse ¿a qué opción partidista favorece este bochornoso espectáculo?

Lo que debería ser un acto íntimo, se ha convertido en un fenómeno público descontrolado. Cuesta entender el valor intrínseco de esta noticia. Lo único positivo lo podríamos encontrar en que un anciana demuestra vitalidad y determinación para hacer algo que le interesa. Pero ese algo, ¿exactamente qué es? Una demostración de amor, un desvarío caprichoso, un síntoma de demencia senil o solamente una borrachera de notoriedad mediática? Esta boda es increíble en todos los conceptos.

Lo que no nos gusta demasiado, pese a ser un miembro de la más rancia oligarquía, es que se haya convertido en un motivo de risión, una suerte de esperpento que se saca en la televisión y los medios para el escarnio general. Yo reclamaría el respeto que ella misma no parece otorgarse. Por simple coherencia.

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