Perdonen que insista con la cuestión del relato que quieren construir para escribir la historia más reciente de Euskal Herria. No quiero resultar pesada pero es un tema que me preocupa, tal vez porque su importancia y sus consecuencias sobrepasan el presente inmediato y afectan a la memoria que en el futuro será nuestra memoria histórica. A mi generación nos mintieron en todo lo que nos contaron. En los libros que debíamos de leer, en las ideas que debíamos de defender y hasta en la manera en que teníamos que enamorarnos y vivir. Pero sobre todo nos mintieron en el relato de la historia que nos precedió y que no conocimos. Un tiempo que el franquismo y la transición se empeñaron en enterrar y que permaneció intacto sólo en el recuerdo de quienes lo vivieron. Ese ejercicio de no olvidar preservó nuestra identidad, nuestra conciencia de pueblo y descubrió el camino de una utopía contra la opresión que al principio se llamó libertad y fue haciéndose mayor hasta convertirse en un proyecto de profundo cambio político y social. Me asusta y me irrita la insistencia y el descaro con que hoy se habla de reescribir la historia con un relato que deslegitime la existencia de ETA y, con ello, arrinconar la gravedad del conflicto político que originó su presencia. El último en sumarse a está teoría ha sido el PNV en una búsqueda desesperada de posiciones favorables si Rajoy gana las elecciones. Ellos siempre han sido así. Es cierto que se abren nuevos tiempos y hoy no es ayer. Que lo legítimo y lo eficaz no siempre pueden ir juntos. Sin embargo, estoy convencida de que la historia, contada desde la verdad, cimenta con solidez lo que seremos mañana.