ensayo
Ayudar a morir
Iñaki URDANIBIA
Decía Epicuro que con respecto a la muerte mejor no preocuparse, ya que cuando uno está ella no está y que cuando ella está uno ya no; no parecía situarse lejos el dicho evangélico de «dejad a los muertos que entierren a los muertos» o más tarde Spinoza, centrando su preocupación en la vida, diciendo que nada es más ajeno al pensamiento de un hombre libre que pensar en la muerte. En las antípodas de esta despreocupación se encontraba Montaigne, que afirmaba que filosofar es aprender a morir.
Está claro que en la historia que se nos presenta por la joven y casi primeriza escritora italiana ubicada en Cerdeña, la muerte está presente y preocupa a sus próximas víctimas y también a la mujer que juega el papel paralelo al realizado por la comadrona; si esta última ayuda a las parturientas a romper el cordón umbilical facilitando la autonomización a un ser vivo, la acabadora se dedica a ayudar a aquellos a quienes la muerte se les acerca en la tarea de romper los hilos con la vida y facilitar la apacible conclusión de la existencia. En cierto sentido, podemos decir que la sombra de la eutanasia planea a lo largo de toda la historia. En la isla sarda tal dedicación alcanzó en su tiempo el estatus de oficio al que se dedicaban algunas personas que ayudaban a los moribundos a ir desprendiéndose de los restos de vida que en ellos quedaban; función cercana a la cubierta por los clérigos si bien estos facilitan el paso a una supuesta otra vida de contemplación del altísimo.
Una modista de nombre Bonaria Urrai comparte su trabajo con el de acabadora en la población sarda de Soreni, y ella que no ha dado a luz nunca va a convertirse en madre de una niña que le es cedida por una viuda en apuros, respondiendo a la costumbre allá consagrada de ceder a los hijos a los que no se puede atender como es debido a cambio de posteriormente ser cuidados ellos en su vejez. La niña, María, va descubriendo distintas emociones y sensaciones que hasta entonces le eran desconocidas, e irá asistiendo con sorpresa a la singular ocupación de su madrastra y va viendo que entre la vida, la muerte y el amor hay muchos lazos que confluyen en ella en su labor de facilitar la aceptación de lo dicho en cierto sentido por Heidegger, que somos seres para la muerte. Si exceptuamos un periplo turinés de la joven, el resto se desarrolla en los ambientes áridos y pedregosos de la Cerdeña de los años cincuenta.
Esta es su primera novela, antes había publicado una guía de su isla natal, novela en la que nos entrega un entrañable retrato de una señora siempre vestida de negro que se entrega a hacer más fácil los últimos días a sus paisanos y que entronca con las costumbres ancestrales de la sociedad sarda cuando ésta funcionaba basada en los estrechos lazos de la comunidad y el paisanaje; novela que fue galardonada con varios y prestigiosos premios: el Dessi, el Città di Cuneo y el Campiello 2010.