Nafarroa Oinez, merecida celebración
Tafalla acogió ayer una edición más de Nafarroa Oinez, la gran fiesta del euskara en Nafarroa. Una fiesta que cobra todo su sentido como celebración de los palpables frutos de un ingente trabajo llevado a cabo durante años por la comunidad que se creó y ha ido creciendo en torno al euskara, paradójicamente a pesar de sus principales instituciones. Porque en Nafarroa, y más aún en lugares como Tafalla, la enseñanza del euskara, su recuperación y promoción no dependen de una negociación siempre dificultosa con la administración, sino casi exclusivamente del trabajo de los agentes embarcados en esa ardua labor. Ikastolas, padres y madres, euskaltegis, multitud de particulares son los artífices de una realidad poco menos que impensable hace no tantos años. Guiados por el apego a la cultura propia, que lo es también a las demás, y con el tesón como principal arma, han afrontado muchas dificultades y lo siguen haciendo, pero días como el de ayer sin duda han de llenarles de satisfacción mientras muestran al mundo el fruto de su humilde pero impagable labor.
Hubo un tiempo cercano en que en días como hoy el Gobierno navarro y medios de comunicación afines todavía se aferraban a la cantinela de que miles de vascos invadieron ayer Nafarroa, en esta ocasión Tafalla. Salidas de tono para justificar su aversión a la lingua navarrorum, que es tanto como decir a su pasado y también a su futuro. Hoy es el día en que hasta el vicepresidente navarro, Roberto Jiménez, sin duda a su pesar en vista de su trayectoria, tiene que hacerse presente en el Oinez.
La ciudadanía navarra lleva mucho tiempo convirtiendo esta jornada en la mayor fiesta anual del herrialde sólo superada por los Sanfermines. Y en algo sí acertaba aquella cantinela, porque no lo hacen solos: toda la comunidad vasca, ya sea euskaldun o simplemente euskaltzale, contribuye al gigantesco auzolan al que obliga recuperar una lengua perseguida primero y maltratada después en su propia casa. Esta es una realidad que ayer se mostró vital y esplendorosa, pero que no se limita a un día, sino que exige un esfuerzo diario, constante, y también gratificante. Por todo ello, zorionak, Tafalla.