Crónica | Guerra en Libia
«¿Por qué saquean e incendian nuestras propias casas?»
Las represalias que los combatientes del Consejo Nacional de Transición (CNT) están tomando en Sirte, uno de los últimos bastiones gadafistas, donde se multiplican los saqueos e incendios de viviendas pueden dejar cicatrices en sus habitan- tes una vez que los combates terminen y vuelvan a sus casas. Algunos comienzan a «odiar» la «revolución» que han apoyado hasta ahora.
Daphné BENOIT AFP
Nacido en Sirte, Ibrahim Alazhry es uno de los raros habitantes del bastión de Muamar Gadafi que ha tomado las armas junto a los «revolucionarios» de Libia. Pero se enfurece contra el saqueo y el pillaje en la sitiada ciudad, que suenan a venganza.
«Estamos enojados. Sirte es la ciudad que ha sufrido la mayor de las destrucciones» desde que comenzaran las protestas contra en régimen del coronel y líder libio, aseguró el joven ingeniero, armado con un fusil ametrallador «made in China».
Después de un mes de encarnizados combates, las fuerzas del nuevo régimen de Libia continuaban el martes bombardeando con armas pesadas las manzanas del centro de Sirte donde se ponen a cubierto los últimos combatientes leales a Gadafi, que siguen resistiendo.
En esta ciudad costera que una vez que tuvo 100.000 habitantes, no hay un solo edificio que haya salido intacto de la despiadada batalla, librada a cañonazos y disparos de cohetes y de fusiles de asalto. Calles enteras están inundadas, los carreteras llenas de baches, las ventanas rotas.
Para Ibrahim Alazhry, si la toma del último bastión gadafista justifica estos daños materiales, está en juego la violación de los domicilios de las familias de la ciudad.
«No me importan los edificios dañados. Yo sé que los revolucionarios tienen que hacer frente a una fuerte resistencia aquí y deben recurrir a las armas pesadas para matar a los francotiradores emboscados. Pero, ¿por qué entrar en las casas, saquearlas, quemarlas?», se irrita mientras varias casas de conocidos parientes de Gadafi han sido incendiadas en los últimos días.
Sin contar los frecuentes robos de automóviles y los saqueos de electrodomésticos o de muebles, llevados en desorden a bordo de los pick-up para que todos lo vean.
«Mi casa está patas arriba», se lamenta Ibrahim Alazhry, cuya mujer está embarazada y cuyos padres se refugiaron en la granja familiar, al este de Sirte.
«Los combatientes que entraron en mi casa registraron todas mis cosas, miraron mis fotografías de familia, tocaron la ropa de mi esposa. ¡ Se burlaron de mi honor!», exclama lleno de rabia.
«Cuando descubrí este espectáculo, me sorprendió». Sobre todo porque es uno de ellos.
Antes de los combates en Sirte, «los gadafistas nos distribuyeron armas diciéndonos que los combatientes del Consejo Nacional de Transición (CNT) iban a matar a nuestras familias, pero jamás lo creí porque yo apoyo esta revolución desde el principio», relata.
Y, sin embargo, «la gente de Sirte como yo comienza a odiar esta revolución» que se ha convertido, según él, en represalias contra los habitantes de la ciudad, considerados partidarios de Gadafi.
«Sí, yo tuve una bandera verde (del régimen de Gadafi) que ondeaba delante de mi casa, como todo el mundo en Sirte. Si no los vecinos habrían comenzado a hacer preguntas. Para proteger a sus familias, pusieron la bandera, eso es todo», se justifica Ibrahim Alazhry.
En su opinión, los culpables provienen, principalmente, de filas de las fuerzas de Misrata, ciudad bombardeada sin tregua en primavera por el régimen del coronel Gadafi.
Faisal Brengo, combatiente en la línea del frente del oeste, donde cada edificio, cada casa tiene los estigmas de la batalla, confirma que el saqueo de las viviendas de Sirte -«por una minoría», jura- corre el riesgo de dejar cicatrices.
«¿Qué pensará la gente cuando regresen al término de los combates?», se pregunta. Él ya sabe la respuesta. «Desafortunadamente, el pueblo de Sirte guardará una mancha negra en su corazón una vez que la guerra haya finalizado», afirma.