Cuando se hicieron públicos los nombres de los líderes internacionales que acudirían a la Conferencia de Donostia, no faltó quien, en un vano intento de restar trascendencia a la iniciativa, resaltó la ausencia del ex primer ministro británico Tony Blair en la misma, aun siendo también pública su implicación. Esa ridícula actitud queda aún más en evidencia tras los comunicados que no sólo Tony Blair, sino también el ex presidente de Estados Unidos Jimmy Carter y el senador de ese mismo país George Mitchell hicieron llegar a Lokarri, en los que muestran su apoyo a la Declaración de Aiete. Pero también dejan en mayor evidencia la postura de los gobiernos español, de la CAV y de Nafarroa por su falta de implicación en un proceso que ha abierto muchas e importantes puertas a la resolución del llamado conflicto vasco, hasta el punto de situarlo en una coyuntura inédita en cuanto a las condiciones para abordarla. Esa postura inmovilista de responsables y agentes políticos españoles ha sido percibida también por los europarlamentarios del Friendship, quienes han calificado de incomprensible e inaceptable que no apoyen «una oportunidad única para construir una paz duradera y sostenible». Quizá no comprendan que quienes apelaban a las vías exclusivamente democráticas no están dispuestos a participar en la creación de las condiciones para la confrontación por esas vías.