Philippe Montanier apostó por un planteamiento muy ofensivo para buscar la victoria tras tres derrotas consecutivas y que lo mejor del partido fuera un pobre empate sin goles demuestra que la elección no encontró los resultados deseados.

El técnico normando llegó a Donostia con una idea, el 4-3-3 y la presión de sus jugadores más adelantados, que encajaba bien con las características de los jugadores que tenía en la plantilla y en la cantera de Zubieta, de la que salen medios centros de calidad con relativa facilidad.

Se trabajó ese sistema durante la pretemporada y el comienzo con siete puntos en cuatro partidos apoyaba este cambio de forma de jugar. A partir de ahí Montanier ha ido enterrando sus principios con constantes variaciones que nunca han dado resultados porque la Real nunca ha mejorado con los cambios de sistema. Sus siete goles y siete de sus ocho puntos los ha logrado en los 516 minutos jugados con el 4-3-3 y no ha logrado ningún tanto en los 204 disputados con otros esquemas.

Antes del partido al ver las alineaciones un entrenador sostenía que la Real jugaría con un 4-4-2 y no con un 4-2-4, pero sobre el terreno desde el inicio se vio claro que éste era el dibujo elegido porque los cuatro jugadores más adelantados formaban una línea emparejada con los cuatro zagueros del Getafe, que jugó igual en el primer tiempo.

Todos los jugadores estaban emparejados y así cualquier fallo se convertía en una opción de peligro porque no había nadie para enmendarlo. Parecía que se iba a asistir a un partido de muchos goles, pero la Real no acertó cerca del área, a donde llegaba con claridad en el primer tiempo porque su presión inicial fue muy buena.

No por jugar con más delanteros se tienen más ocasiones y sí se pierde el control del partido. Sólo en el primer tiempo el cambio funcionó gracias al factor sorpresa. El partido era un cara y cruz y en ese juego espectacular a un ritmo altísimo la Real fue mejor y tuvo en el primer cuarto de hora tres opciones, con dos remates de Agirretxe y Griezmann, los únicos entre los tres palos de todo el partido, y una buena recuperación del usurbildarra con pase a Ifrán en una clara opción, que no aprovechó al caerse al suelo.

Conforme bajó su intensidad y Luis García arropó a sus defensas con sus medios centros, se igualó el partido y se apagó la sensación de peligro. Apenas se pudieron rescatar en el final del primer tiempo dos remates de Agirretxe y un cabezazo de Iñigo Martínez en el único corner que remató la Real. Lanzó siete en la primera mitad y tres acabaron en contras del Getafe.

Cambio de decoración

Pese a no tener claras ocasiones porque Xabi Prieto y Griezmann no estuvieron inspirados y a un fenomenal Carlos Martínez le faltaba acertar con el centro para poner la guinda a su partido, la Real fue mejor en el cómputo general del primer tiempo. Por eso Luis García quiso tener más cerrado el partido. Juntó sus líneas y, sin espacios y sin poder sostener la Real el ritmo, no se podían jugar noventa minutos como los quince primeros, el juego primero se equilibró y luego se decantó en el segundo tiempo del lado del Getafe.

El cuadro madrileño tuvo en el primer tiempo dos opciones clarísimas de Miku que el árbitro anuló con una falta y un fuera de juego inexistentes y en el segundo las dos mejores oportunidades del partido. En ese período el equipo blanquiazul no tuvo más recurso que el juego directo hacia sus dos delanteros porque Zurutuza y Mariga iban de más a menos.

Tampoco los cambios ayudaron. La grada reclamó la entrada de Joseba Llorente y Montanier le dio la segunda oportunidad y tuvo dos remates, pero no llevaron peligro. Tampoco los dos de Xabi Prieto, que luego fue sustituido por Cadamuro en un cambio que pocos entendieron. Parecía más necesaria la presencia de Aranburu para dar oxígeno al centro del campo en lugar de Mariga o Zurutuza.

Más aportaron los dos primeros cambios del Getafe, Barrada y Pedro León. Los madrileños ya habían avisado en dos remates de Sarabia y metió el miedo a la Real en la clara ocasión de Miku desbaratada por Bravo. Luego llegó el remate al larguero de Pedro León y nadie en Anoeta se molestó porque el final llegara pronto. Mala señal. Porque sumar uno de doce no es para considerar bueno un empate.

Pero por desgracia, porque estuvo más cerca la derrota que el triunfo, el punto hay que darlo por bueno, aunque sólo lo será si se gana el miércoles en el campo del Levante. Entonces se verá si Montanier insiste en la fórmula de ayer y si aparca el 4-3-3, por lo menos hasta la vuelta de Illarramendi, un jugador clave para esa forma de jugar. Pero malo sería que un sistema dependiera sólo de un jugador.