Gustavo Petro, del Movimiento Progresistas, se convirtió el domingo en el primer ex guerrillero que conquista en las urnas el segundo cargo público más importante del país, la Alcaldía de Bogotá, y aseguró que «la paz es posible en Colombia», donde siguen activas las organizaciones guerrilleras Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y Ejército de Liberación Nacional (ELN) y varios grupos paramilitares. La Alcaldía de Bogotá estaba en manos del Polo Democrático Alternativo (PDA), que consideró «un retroceso para la izquierda democrática» la pérdida de este cargo.

El ex senador y ex candidato presidencial en 2010 por el PDA, Petro obtuvo el 32,9% de los votos, seguido del ex alcalde Enrique Pañalosa, candidato del Partido Verde y el Partido de la U, de Álvaro Uribe, y que contaba con el respaldo del ex presidente.

En su primer discurso, Petro se comprometió con la aplicación rigurosa de la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras para «superar la segregación social».

«Bogotá ha elegido como alcalde a un hijo del proceso de paz de 1990 (...) Bogotá no ha caído en la trampa de la política del odio y la guerra eterna, Bogotá le dice sí a la reconciliación, sí a la paz», apuntó el nuevo alcalde.

Salida del PDA

El Movimiento Progresistas fue creado por Petro en marzo después de que abandonara el PDA tras denunciar una trama de corrupción en la Alcaldía bogotana, gobernada entonces por Samuel Moreno -detenido en setiembre por malversación de fondos-, también del PDA, y no encontrar apoyo en el partido.

Petro, que pasó dos años en prisión en los años 80, sentó a su salida las bases del proceso de paz entre el M-19 y el Gobierno de Belisario Betancourt. Tras fundar Alianza Democrática, participó en la redacción de la Constitución de 1991, saltando a la política nacional en 2006, cuando fue elegido senador del PDA, con la segunda votación más alta del país. Desde ese cargo denunció los vínculos de los políticos con los grupos paramilitares, los «falsos positivos» y el escándalo de espionaje ilegal a opositores, jueces, periodistas y defensores de derechos humanos, convirtiéndose en el principal azote del Gobierno de Uribe.

«La gente en Bogotá no ha considerado que su pasado era un hándicap, ha mirado al futuro y eso podría conducir a una actitud diferente en el resto del país», señaló a AFP el analista León Valencia, director de la Corporación Nuevo Arco Iris, refiriéndose a un eventual proceso de paz con las guerrillas.

En el resto del país, los movimientos independientes y el Partido Liberal se hicieron con gran parte de las alcaldías y gobernaciones colombianas tras vencer en las elecciones, en las que el Partido de la U fue el gran derrotado. Los independientes vencieron en 11 de los 32 departamentos, y los liberales, en seis. El Partido de la U pasó de controlar siete gobernaciones a imponerse sólo en cuatro.

Las alianzas de formaciones ideológicas diferentes e incluso, en algunos casos, tradicionalmente opuestas, fueron una constante en estos comicios.

La segunda ciudad más importante del país, Medellín, tendrá alcalde liberal, Aníbal Gaviria Corres.