Mikel INSAUSTI

Qué ha sido del misterio? Pues en vista de lo que ofrece esta revisión de “La cosa”, ha sido, y nunca mejor dicho, cosificado. En el cine actual hay un afán por mostrarlo todo, por destripar los viejos enigmas, por la explicitez pura y dura. La realización del debutante Matthijs Van Heijiningen Jr. traiciona la película que había surgido en el imaginario popular, debido a que las dos anteriores adaptaciones de la novela de John W. Campbell dejaban un margen abierto a especular libremente sobre todo aquello que era sugerido en la pantalla y se prestaba a distintas interpretaciones. No en vano el sustrato está en un relato de ciencia-ficción publicado en 1.948, que no buscaba explicaciones racionales a un supuesto descubrimiento bajo el hielo de la Antártida que escapaba a los conocimientos de la paleontología. Ahora el terror desconocido toma forma y la presencia del monstruo se hace evidente, por lo que “La cosa” del 2011 se convierte en otra historia diferente, más parecida a la contenida en la saga “Alien” iniciada por Ridley Scott.

Voy más lejos: si me dijeran que este desconocido realizador danés de nombre impronunciable ha hecho una nueva entrega de “Alien”, hasta admitiría que no está del todo mal. Pero es su condición de pretendido homenaje a la versión ochentera de John Carpenter lo que me despista, porque más allá de reconocer que la partitura de Marco Beltrami se inspira en la previa de Ennio Morricone, no veo un auténtico hermanamiento entre el terror abstracto de la de 1.982 y este otro tan obvio de la actual. Tampoco voy a entrar en inútiles suposiciones sobre cómo la haría hoy en día Carpenter, aunque es lógico pensar que el desarrollo de la tecnología siempre resulta tentador a la hora de dejarse llevar por los efectos especiales. El público del tercer milenio está más familiarizado con el tratamiento efectista de la acción, y aquí la tensión interna con los enfrentamientos entre los propios miembros de la expedición noruega estalla sangrientamente.