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Antonio Alvarez-Solís Periodista

Por fin un socialista

En su artículo, el veterano periodista opina sobre la decisión del primer ministro griego, Yorgos Papandréu, de someter a referéndum la decisión de aceptar o rechazar el segundo plan de rescate de la eurozona para su país, lo que para el autor es decidir «si van a liberarse del gangrenado poder financiero alemán y francés o si van a permanecer prisioneros del euro». En cualquier caso, un ejercicio de democracia directa «en unas urnas limpias».

Ha sobrevenido al fin la tempestad que quizá limpie un histórico rincón de Europa del ambiente contaminado por la corrupción neoliberal. La vieja madre de la filosofía y la ética está aún viva. El Gobierno griego ha decidido convocar un referéndum popular para que sus ciudadanos decidan una cuestión fundamental: si van a liberarse del gangrenado poder financiero alemán y francés o si van a permanecer prisioneros del euro. En una palabra, los griegos van a tener una oportunidad dorada de practicar la democracia directa en unas urnas limpias. O al menos eso espero. Y para dar más relieve a esa consulta estará convocada por el Sr. Papandréu, hasta ahora un socialista escayolado por el neoliberalismo. Por fin, abre los ojos un socialista. Prescindo del hecho de que ese socialismo haya soportado por tanto tiempo la atadura de los grandes poderes financieros o que incluso haya contribuido a la dominación de las minorías imperialistas. Prescindo también de que el referéndum nazca de la sangre de tantos griegos que se hicieron con la calle mediante un rudo sacrificio personal y no sea producto de una sana ideología de izquierda instalada en la cumbre. Demos todo esto por superado, al menos por el momento, a fin de comprobar la solidez de la iniciativa. Espero que en Grecia no funcione la endiablada mecánica que alimenta a la par que degrada muchos levantamientos de la calle que sacan poca democracia del alzamiento y menos petróleo de sus pozos. Lo importante es que un gobierno socialista ha tenido que soltar amarras del muelle en que pudría su historia y ceder la voz a los ciudadanos alzados con toda la dignidad que les corresponde. Grecia vuelve a parar a los persas. Esa es la noticia sustancial. Luego, amanecerá Dios y medraremos. Veremos hasta donde alcanza esa voz de la sublevación ética. Pero lo que parece claro es que esa voz participa del gran y variopinto discurso de los indignados, de los insurgentes sociales, de quienes han decidido plantar sus tiendas en territorio hasta ahora humillado, de todos los que pretenden imponer la Razón frente a las despreciables razones de quienes protagonizan el constante discurso preñado de mendacidad. Sí, esta es la gran noticia.

Ahora Grecia precisa con urgencia el sano y universal apoyo popular. Se ha abierto una brecha por la que reingresa en el discurso político el gran argumento de que otra sociedad es posible, de que la democracia no ha de ser inevitablemente la democracia burguesa de clase, sobre todo en un momento en que la burguesía liberal yace muerta a los pies de la dictadura. Porque la burguesía ha degenerado en un híbrido del fascismo.

Grecia ha prendido la llama olímpica de una liberación profunda frente a la gran corrupción de la reducida pero imponente minoría de los poderes que pretendían destruir la musculatura de la auténtica libertad. Si los griegos logran sostener su apuesta de izquierda real batirán una puerta que aún costará sangre, y graves condenas por parte de la gran iglesia financiera, abrir del todo. Seguramente se pretenderá la asfixia de la nación griega al presentar su heroica decisión como locura de unos gobernantes aterrados. Apena leer los mensaje que muchos lectores envían a su periódico habitual proclamando la enajenación del Sr. Papandreu. Son lectores cuya luz se ha apagado en el marco de un espíritu que ha renunciado al pensamiento liberador, que se encuentran resignados en el recinto donde todo mal económico sucede, donde toda libertad languidece y donde cualquier chispa de democracia se extingue con rapidez entre la niebla que producen los tecnócratas y otras especies cautivas. Frente a los que han aceptado el dogma de los poderosos, hay que defender a Grecia. Pienso que esa defensa ha de ser particularmente enérgica por parte de las naciones que hoy yacen maniatadas dentro de estados abiertamente inmorales. Esas naciones que combaten por su libertad son naciones socialmente vivas, contenedoras de reservas políticas imprescindibles en la construcción de otro mundo que abata la vanguardia financiera para construir una economía de la igualdad, creadora de individuos ágiles e inventivos sobre un horizonte de riquezas comunes y sensatamente explotadas. Grecia necesita el apoyo de esas naciones para recuperar la vieja tradición moral de una Europa que durante cientos de años esperó a las naves del Mediterráneo. No sé si la civilización de la máquina crecerá o menguará temporalmente. Tampoco me importa gran cosa. Nada hay tan fácil, y a veces inevitable, como la invención humana. De lo que estoy seguro es de que recuperaremos la máquina esencial para la creación social, que es el hombre propietario de sí mismo. No me gustaría desaparecer sin ver la primera cosecha de esa humanidad nueva y antigua al mismo tiempo, pero, si no puede ser, abonemos el suelo para que el milagro acontezca.

La Sra. Merkel y el Sr. Sarkozy, esos dos grandes gestores del imperio que se niega a desaparecer, reúnen de urgencia a sus gobiernos y a sus banqueros. Buena señal para los alzados contra el yugo. Y claman contra la locura griega. Mejor señal aún. Parece que las economías dominantes a ambos lados del Atlántico y aún crecientes por el Oriente se estremecen sobre el parqué de la Bolsa. De momento, al alzarse sólo unos centímetros el telón del dominio, se ha visto lo que hay en las cajas de los grandes bancos y en los despachos enmoquetados de las instituciones internacionales: no hay apenas nada para levantar un planeta de siete mil millones de almas. Porque en esas cajas y en esas instituciones se custodia lo justo para que el dinero depredador sostenga el gran circo de las minorías poderosas. El gran ídolo tiene los pies de barro y sólo puede imponer su estatura si el barro que componen las masas exhaustas sobre las que se eleva sigue hundido en silencio. Como en los postes telefónicos que fueron abatidos por la tormenta en «El bosque animado» de Fernández Flórez, de las enigmáticas y sugestivas voces que se oían, para gloria de técnicos y expertos, sólo ha quedado el serrín de una madera sin vida.

El mundo que se tiene por desarrollado solamente funciona porque gran parte de las multitudes que lo habitan permanecen tercas en su subdesarrollo personal. No soy muy partidario de la autocrítica cuando la solicitan los poderosos, porque esa autocrítica siempre deriva en acusación respecto al entorno deprimido al que invitan a autocriticarse. Por tanto, ando muy remiso a hacer autocrítica ante un perverso poderoso. Nunca admiré el pasaje bíblico en que Isaac ha de llevar sobre la espalda la leña para su propio sacrificio, como ahora se solicita a los griegos. Una cosa es creer en Dios y otra poner los dedos en el cierre de la puerta. En este sentido Abraham me parece muy poco admirable. Pero sí conviene ahora que analicemos nuestro comportamiento como ciudadanos mal usados, y en donde el poder se asienta con cierta seguridad, a fin de robustecernos en la fe que nos hace auténticos poseedores del mundo, del que hemos sido expulsados por los bárbaros con casco dorado. En ese aspecto sí hace falta una cierta autocrítica para ver si metiendo los dedos en la propia boca vomitamos el tósigo con que nos han envenenado. Los griegos ya han vomitado, ahora toca a otros pueblos tomar conciencia de la opresión que sufren para llegar a la conclusión de que la democracia reinante no es la nuestra y que la libertad que nos regalan es transgénica. En el mundo hay infinidad de potenciales formas de existencia, materializables, además, aprovechando, si hace falta, las ruinas de la estructura destruida. Los griegos lo han vuelto a descubrir. Tampoco hace falta gritar ¡Viva Diógenes! Hay límites.

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